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EL GRAN VIAJE CON JOHN WILLIAMS (XII)

25/11/2025 | Por: Conrado Xalabarder
CRONICAS

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Continuamos con nuestro repaso comentado del libro John Williams. A Composer's Life (Oxford University Press, 2025), de Tim Greiving.

He's a man who's not only elegant in his manner, but an extremely elegant mind. His assessments, his diagnostics, were so acute that I didn't had to do the talking (...) He already understands all the subtext, all the underlying dinamics in the movie. So not only was he a great composer, he was a great dramaturg (George Miller, acerca de Williams y The Witches of Eastwyck)

  • CADILLAC OF THE SKIES, 1983-1987

El verano de 1983 fue complicado para John Williams con la Boston Pops: siete conciertos a la semana, durante doce semanas, sumado a grabaciones varias y con solo un ensayo para cada concierto. Martin Bernheimer, crítico musical de Los Angeles Times, se convirtió en una pesadilla para Williams: «Why would anyone think that what is good for the Hollywood Bowl goose is good for the Music Center Garden?» (página 283), le dedicó entre otras lindezas que cuestionaban también su capacidad para dirigir una orquesta seria, así como señalaba la mediocridad de su Violin Concerto de 1974. Pero sus problemas no estaban solo fuera de la orquesta sino especialmente dentro de ella, pues algunos de los músicos -pocos pero suficientes- no le respetaban, ni estaban interesados en la música que debían tocar ni lo hacían profesionalmente: las presiones, las frustraciones, el aburrimiento habían hecho mella entre ellos durante tiempo y aunque el anterior director Arthur Fiedler hizo caso omiso e impuso lo que los propios músicos llamaron el Fiedler's Concentration Camp Williams se hartó y el 12 de junio de 1984 anunció su dimisión: «I don't have to take this anymore» (p. 288). La noticia, anunciada y explicada con el estoico diferencias artísticas y creativas tuvo mucho impacto y provocó que muchos de los intérpretes entraran en pánico, lloraran y le suplicaran que reconsiderara su dimisión. Pero Williams se mantuvo firme, dado además que por contrato no tenía poder para despedir a los músicos perturbadores. El 8 de julio, en el que iba a ser su último concierto, alguien de la audiencia recogió firmas entre el público pidiendo que no se marchara y se las llevaron a su camerino. El final del concierto dispensó una prolongada ovación a Williams al que la propia orquesta se sumó.

Desde luego, la Boston Pops Orchestra necesitaba más a John Williams que no John Williams a la orquesta, pues al compositor no le faltaba trabajo. Tras varios encuentros con los músicos y asegurarse que tendría el respeto, entrega y disciplina de todos ellos, el 1 de agosto revocó su renuncia y decidió seguir al frente de la orquesta.

Tenía una razón de peso: quería legitimar la música de cine en las salas de concierto. Mientras tanto André Previn fue nombrado director de la Filarmónica de Los Angeles. Se esperaba de él que hiciera como su querido y admirado Williams y llevara la música de cine a las salas de concierto, a lo que se negó en redondo: afirmó haber olvidado dónde había dejado sus cuatro Oscar hasta que los encontró en un traslado, ya sin brillo y anticuados: «That must be symbolic (...) Some critics will forgive you for being an axe murderer, but never for scoring a film. The movies are not a part of my life anymore, or a part of my thinking. Only in Los Angeles does this remain a crucial part of my biography. It is ridiculous» (p. 299). Afortunadamente Williams, que tanto apreciaba y admiraba a su amigo Previn, no siguió sus pasos.

En cine, Williams emprendió con Indiana Jones and the Temple of Doom (84), las nuevas aventuras de Indiana Jones, criticada por demasiado depravada y también la música recibió algunos varapalos por parte de medios como Variety o Hollywood Reporter, a pesar de las evidentes excelencias que aportó Williams a la película:

Le siguió una nueva colaboración con Mark Rydell, The River (84), donde además de inspirarse en el entorno rural incorporó sintetizadores por estar ambientada en los años ochenta. Rydell descartó varias músicas en el filme, dejando secuencias enteras sin ella, aunque en la película quedó una partitura bien estructurada en temas.

Por ella, junto con Temple of Doom, fue finalista al Oscar:

Enlace Premios Oscar 1984

Steven Spielberg quería a Williams en The Color Purple (85), pero Quincy Jones era productor de la película y, sin que Spielberg pudiera evitarlo, Jones se designó a sí mismo como compositor de la película, aunque ese mismo año sí trabajaron juntos en un par de episodios de la serie televisiva Amazing Stories: Ghost Train y The Mission. Al año siguiente hizo SpaceCamp (86), cuyo estreno en salas fue una premonición: la sala de cine a la que acudió el director, Harry Winer, estaba prácticamente vacía: había sido vendida como si fuera un filme en la línea de Star Wars, también por la presencia de Williams, pero no era nada de eso y fue un desastre en taquilla.

1987 fue más productivo: tanto The Witches of Eastwyck (87) como Empire of the Sun (87) funcionaron muy bien en taquilla. Con George Miller, director de la primera, todo funcionó muy bien, tanto como para que Miller interrumpiera las sesiones de trabajo con Williams y le dijera: «Look, you really understand it already. Why don't you just go and work on it?» (p. 306). Williams cumplió y volvió a introducir la electrónica en lo sinfónico como metáfora de un diablo ancestral en el mundo moderno. Solo hubo un desacuerdo con Miller: el director quiso incluir una versión del Nessum Dorma cantada por Pavarotti, a lo que Williams replicó: «I really adore Nessun Dorma, but in terms of the rest of the score it doesn't connect... it doesn't flow through» (p. 307), así que le pidió que le dejara escribir una música que pudiera reemplazarla, a lo que Miller accedió, aunque finalmente el director decidió mantener la pieza de Puccini solo añadiendo algo de lo creado por Williams.

La segunda película fue con Spielberg y Williams la afrontó como una experiencia religiosa, dado que comienza en una iglesia y el niño protagonista cantando el que será el tema principal. Pese al enorme esfuerzo puesto en este complejo filme, Williams recibió algún varapalo de la crítica: «When Jim salutes a trio of japanese pilots (...) or joins in singing a Japanese hymn (...) Williams provides an execrable choral music score which reduces the whole scene to an embarrasing miscalculation» (p. 307), firmó David Stratton en el Sydney Morning Herald. Pero por ella, y por Eastwyck, recibió una doble nominación al Oscar:

Enlace Premios Oscar 1987

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