Un adolescente al decir la palabra mágica "¡SHAZAM!" se transforma en su alter ego de superhéroe adulto, Shazam.
El compositor firma una creación sinfónica que mejora en algo la predecesora de Benjamin Wallfisch, Shazam! (19) en lo que se refiere a solidez de temas y de estructura, aunque comparte similar tono enfático épico y pomposo. Todo gira en derredor de un potente y notable tema principal, con aires de Williams, que pese a su sobreabundancia no resulta reiterativo y cansino sino que contribuye acertadamente a dar impulso a una película a la que le falta precisamente algo de energía. Tiene asimismo contratema y otras músicas para las acciones. No salva a la película, que es peor que la anterior, pero con una música algo mejor la hace más presentable.