A un niño le apasionan las historias fantásticas. Quiere saberlo todo sobre ovnis y películas de miedo, aeronaves y fantasmas. Tiene leucemia, y aunque los adultos respondan ambiguamente a sus preguntas y eviten hablar de algunas cuestiones, quiere conocerlo todo sobre la muerte. Decide escribir un diario personal con observaciones y reflexiones sobre sus inquietudes.
El compositor aplica y desarrolla una sólida partitura que hace discurrir cómodamente por tres frentes: en primer lugar -y liderado por un bello tema principal de reminiscencias deleurianas- música para la pureza e inocencia del pequeño protagonista; en segundo lugar, temas destinados a ser trascendidos al mundo de ensueño del niño, remarcando lo fantasioso y un moderado punto de misterio; finalmente, melodías que sirven para realzar una sensación vitalista y optimista, que por su carácter expansivo amplían el contenido íntimo del tema principal. Se trata de una creación elegante, nada azucarada, que añade mucha categoría y refinamiento.