Una pareja de desplaza a los Pirineos, donde entre los escasos lugareños parece reinar la supercheria. Lo que debería ser un simple reportaje fotográfico se acaba convirtiendo en una caza de brujas.
El compositor aplica una música cálida, sensual, con aires pop, que contrasta con otra turbia, siniestra, con electrónica. Se acompaña de La noche de los brujos (74)