En recientes días hemos dado cuenta de los conciertos en España de James Newton Howard en Bilbao (7 diciembre) y de Alexandre Desplat en Barcelona (22 y 23 diciembre) y al cierre de este editorial no hemos podido confirmar -lo haremos a la mayor brevedad- si Danny Elfman estará también en Barcelona en el concierto con su música que tendrá lugar los próximos 14 y 15 de mayo. En la web del Auditori no hacen mención a su presencia, aunque en la de Atrápalo dicen claramente: Danny Elfman, el afamado productor musical (sic) visitará L'Auditori de Barcelona... lo que puede haber sido escrito refiriéndose a su música, aunque puede contribuir a generar confusión y si se desmiente su presencia, incluso a ser referido como un engaño.
En cualquier caso, estos anuncios ponen el punto final a una larguísima ausencia de compositores cinematográficos de primera fila en nuestro país, y contribuyen a volver a colocar a España en el mapa de este tipo de conciertos, compensando en parte la ausencia de Hans Zimmer o Ennio Morricone, en cuyas largas giras musicales no ha habido parada en la Península. Es, en cierta manera, un regreso a los formidables tiempos en los que Sevilla, Valencia o Barcelona fueron escenario para conciertos de los más grandes compositores, aunque debe mencionarse también el esfuerzo por recuperar ese espíritu que se hace desde Sevilla actualmente, como el concierto de Bruce Broughton del pasado año.
El lector, a estas alturas de editorial, ya me estará reprochando -y con toda la razón- que obvie lo que viene sucediendo desde hace muchos años en Tenerife o en Úbeda/Córdoba y ahora Málaga. Todo lo contrario a mi pretensión, como ahora mismo expondré, pues ambos eventos han colocado efectivamente a España en el mapa mundial de la música cinematográfica. Pero este editorial no habla exactamente de eso.
Tanto Tenerife como Úbeda/Córdoba y ahora Málaga, y a falta de concretar lo que se ofrezca en los dos festivales en sus ediciones de este año, se sutancian y se sustentan en una programación variada, ecléctica y sobre todo con conciertos muchos de ellos estupendos y exitosos pero que en ningún caso, en todos sus años, se ha dedicado íntegramente a un compositor vivo, aunque el pasado año se anunció el concierto de los anillos en el abortado Festival de Córdoba. Los conciertos ofrecidos -muchos de ellos estupendos y exitosos- se han basado en un pupurri de obras de un año concreto, un género o de los compositores invitados en ese evento. Tanto Tenerife como Úbeda/Córdoba y ahora Málaga son una bendición para la música cinematográfica, dicho sea categóricamente. Y en ambos casos (numéricamente más en Úbeda/Córdoba) se ha apostado por sacar del ostracismo a grandes compositores, poco considerados en Hollywood y su industria, cuando no directamente ninguneados: ahí está para el recuerdo Basil Poledouris en Úbeda, un hito que será casi imposible llegar a superar. Pero la lista es larga e incluye a compositores infravalorados (John Scott), de serie B (Craig Safan) o simplemente invisibles (Peter Bernstein).
Me refiero, naturalmente, a la consideración que la industria tiene sobre ellos. En lo que concierne a quien firma este editorial, no hay estrellas y estrellados, grandes y pequeños. Solo hay compositores de cine -eso sí, mejores y peores- y cada uno de ellos aporta algo al medio y por tanto todos merecen el máximo respeto.
Pero el editorial de hoy no versa sobre los festivales, que para que se comprenda vienen a ser lo que las filmotecas a las salas de estreno cinematográfico: podemos quejarnos porque a nuestros cines no lleguen los grandes estrenos pero a la vez celebrar que en la filmoteca de nuestra localidad se exhiban grandes clásicos y tráilers de esos estrenos que no veremos en las salas de cine. Dicho más claramente: España es un país que merece tener conciertos de John Williams, de Ennio Morricone, de Hans Zimmer, de Danny Elfman, de James Newton Howard, de Alexandre Desplat, de... y no solo disponer de ellos en las filmotecas que son los conciertos-pupurri (máximo respeto por ellos, una vez más), donde el compositor ni tan solo está presente. Y eso tampoco queda cubierto por los concierto-homenaje que con entrega dirigen Boscovich o Vidal de modo periódico y generalmente dedicados a John Williams. Son otra cosa.
El área que cubren los festivales está formidablemente cubierta por los eventos canario y andaluz, pero hay otro área que va más allá de los conciertos ocasionales o incluso de los conciertos proyección filme+música (de repertorio único, obviamente!) y es el área donde con absoluta normalidad en la programación de una sala de conciertos o en la de una ciudad se incluyen primeras figuras de la música cinematográfica. Que si un compositor como Morricone va a dar una larga gira de conciertos en Europa, alguien en España pueda gestionar una parada (o dos, o tres) en el país. Cuesta creer que cueste tanto hacerlo. ¿Presupuestos imposibles? ¡Pero si Hans Zimmer va a dar un concierto en Sofía (Bulgaria)! Con todos mis respetos a nuestros vecinos europeos búlgaros (que se merecen lo mejor) se me escapan las razones por las que Bulgaria sí, España no.
Un concierto de un compositor-estrella es una apuesta segura. Basta con ver lo que se genera en los auditorios europeos. Es probable que la falta de apoyo institucional -si hay esa falta de apoyo- o un riesgo excesivo del capital privado sean parte de la causa. O el desmesurado IVA que tanto está perjudicando a la industria cultural. O la razón que sea. Esperamos poder conocerlas pronto de boca de los promotores culturales, que son los que saben. En cualquier caso, tener un auditorio lleno es razón suficiente para apostar por este tipo de conciertos que vuelvan a poner a España en el mapa. En ese mapa en concreto en el que desde hace ya mucho tiempo nuestro país ya no figuraba.