Es posible que Jerry Goldsmith sea un compositor olvidado, salvo para los aficionados veteranos. No estoy tan seguro -y será cuestión de averiguarlo- de lo que conocen de él y del interés que despierta entre los menores de treinta años aficionados a la música de cine. El público cinéfilo en general, de esa edad, creo que seguramente no sepan ni quién es. Goldsmith murió en 2004, hace ya muchos años, pero lo traigo a este editorial porque creo que hay que hablar de su otra muerte, la de la influencia de sus avances y su inexistente presencia en el cine contemporáneo.
De alguna manera Korngold sigue bien vivo en el cine actual, gracias a un sinfonismo expresivo y narrativo pionero, del que John Williams, por citar un solo ejemplo, es deudor; también vive Herrmann, en tantas películas que siguen su modelo estructural de contar el filme desde la música y que se ha demostrado inmejorable. Pero, ¿qué queda de Jerry Goldsmith en el cine actual? Me temo que poco, quizás nada.
Hoy se estrena Pacific Rim: Uprising, cuya música es firmada por Lorne Balfe, autor también de The Hurricane Heist (18), que he comentado recientemente. Ambas películas son del género de acción, adrenalina y frenesí, donde los efectos especiales y sobre todo los sonoros tienen singular relevancia. A ellas se pueden sumar no pocos títulos de Brian Tyler o de otros compositores. Todas tienen un denominador común: músicas prácticamente idénticas unas a las otras, industriales y despersonalizadas, fabulosamente producidas (lo normal cuando se manejan presupuestos enormes) pero sin alma, que cumplen con lo técnico pero que son absolutamente intercambiables. Música programada, industrial, seguramente prefabricada. Jerry Goldsmith hizo muchas películas de acción y de fantasía, como First Blood (82) o Total Recall (90), y no pocas de ellas fueron filmes de segunda o tercera categoría, incluso sonrojantes, al menos comparándolos con los que hacía en mismas fechas el propio Williams: The Swarm (78), Supergirl (84), King Solomon’s Mines (85) son casos notorios. Pero es que prácticamente puedo afirmar, sin temor a exagerar, que el peor Goldsmith es muy superior al mejor Balfe o Tyler en estas películas. No porque Balfe o Tyler sean malos compositores -que no lo creo- sino porque de Goldsmith se esperaba música expresiva, con mayúsculas, y en el cine actual de un compositor se espera relleno, en la forma de música. No es culpa de los compositores, en principio, sino de una industria en la que el arte (la música lo es) ya no cuenta ni tiene valor, sino la creación de un producto vendible. Algo que es asumido pero que no tiene sentido: ¿acaso First Blood o Total Recall no eran productos vendibles?
Pero Jerry Goldsmith hubo solo uno y Lorne Balfe o Brian Tyler hay muchos: basta con escoger al que esté disponible y sea rápido, porque tienen y son garantía de eficiencia y profesionalidad. Pero lo que aportaba Goldsmith era cosa bien distinta: era personalidad, por supuesto música con mayúsculas pero sobre todo una creación única y específica para el filme que ayudaba a construir. Hoy no estoy seguro que buena parte de las músicas que suenan no provengan de librerías. Y en este sentido, lo mucho que hizo Jerry Goldsmith por el cine de acción parece que ya no cuenta nada. ¡Cómo me gustaría ver la segunda entrega de Pacific Rim explicada por Goldsmith y lo poco que me apetece siendo relatada por Balfe! Pero Goldsmith desgraciadamente, está muerto, también en lo musical.