Nadie elogiaría una paella que tuviera algún ingrediente mal cocinado, por más que el resto estuviera perfecto. Entonces, ¿por qué una película puede cosechar elogiosas críticas cuando sus gambas están crudas y son incomestibles?. ¿Sería aceptable leer en la recomendación de un crítico en gastronomía aunque las gambas de la paella están crudas y son incomestibles? ¿Por qué es normal que así suceda en la crítica cinematográfica?.
La película Incierta gloria, de Agustí Villaronga, es una paella con varios de sus ingredientes exquisitamente cocinados, pero sus gambas -la música- son crudas e incomestibles. Y aún así la paella ha recibido críticas espléndidas. No es una cuestión de opinión o subjetiva, sino de saber algo de música, de lo que es y de su estética, también de percepción sonora. Emplazo a quien lo desee -y me dirijo particularmente a los críticos de cine- a recabar el parecer de alguien conocido que haya pasado por un Conservatorio o tenga nociones mínimas de armonía, de orquestación... de música. Porque lo que hay en el filme de Villaronga dista mucho, pero mucho, de poder ser considerado música, al menos seriamente y sin complacencias. Y esto en un filme con los demás ingredientes bien cocinados: la historia -ambientada durante la Guerra Civil- es buena, las interpretaciones (especialmente la actriz protagonista) estupendas, la escenografía, la fotografía, el vestuario, montaje...
Música no es concatenar tres notas seguidas manteniendo la tercera larga para ocupar más tiempo (y evitarse problemas), o intentar crear romanticismo sin edificar una melodía mínimamente solvente, o aplicar sonoridades estáticas adecuadas para acompañar una nave espacial pero de difícil encaje en los años treinta del Siglo XX. O malreferenciar la música de Claudio Simonetti, por ejemplo, cuando acertadamente el director quiere meter elementos tóxicos que evoquen el cine de Dario Argento o Lamberto Bava, en el contexto fabuloso del decrépito castillo, la viuda bílica y sus siniestros sirvientes, pero que por lo plana, falta de texturas y matices queda en un mero quiero y no puedo. Lo de esta película me recuerda bastante a la de José Luis Garci You're the One (una historia de entonces) (2000) película en blanco y negro, formato scope, vestuario y decoración de auténtica exquisitez... y música hecha con samplers y sonido cutre estropeándolo y ensuciándolo todo. Al menos allí estuvo Pablo Cervantes, que sí es compositor e hizo lo imposible (y fue imposible) por salir del paso. No ha sido el caso de este filme de Villaronga, una patada a la estética. Y no solo a ella.
Marcus Jgr, el autor, no es músico, como reconoce en una entrevista en El Periódico de Catalunya en la que suelta algunas barbaridades solo comprensibles desde su desconocimiento de lo que es la música. Creo que no es extravagante afirmar que la música debería ser cosa de músicos, o por lo menos pasar por la mediación de ellos. Lo hizo Chaplin y lo hace Oscar Araujo, que no recibió formación en Conservatorio pero que cuenta con profesionales que le ayudan a cristalizar sus ideas (yo solo quiero rodearme de gente que sea mejor que yo, ha dicho en numerosas ocasiones). La música de este filme no ha contado con la supervisión de ningún profesional. Y se nota mucho.
Es inconcebible que Agustí Villaronga no sepa que el sonido de un sampler no puede reemplazar a un instrumento real. Que el alma, vida y aliento que aporta un instrumentista suma a la música matices, sentido, color, y que el sonido de un sampler siempre es plano, enlatado. En la entrevista, Marcus afirma:
Agustí Villaronga y la productora Massa d’Or tenían pensado poner una orquesta, pero en vista del buen resultado de sonido que conseguí, no hizo falta.
Debo decir -y creo que no habrá compositor que me contradiga- que el sonido es lamentable. Porque para saber hacer música con samplers, ¡también hay que saber música!. Nada de esto ha percibido el director. Y por ello, y también por la falta de pericia del compositor para crear un tema musical siquiera básico (el romántico es sonrojante y el del final, con loop hasta el hartazgo incluido, lo es más) en las escenas dramáticamente más relevantes la música ha acabado restando allá donde debería sumar, y siendo más estorbo que ayuda. Pero sobre todo, con un resultado antiestético, anticuado, más de serie B que de una película que pretenda prestigiarse. Y además de eso, sin construcción narrativa ni lógica argumental, por supuesto sin guion musical: todo es empapelamiento hecho con papel de mala calidad.
Habiéndolos como los hay, estupendamente formados, ¿por qué no se ha llamado a un compositor profesional? ¿Me dejaría Villaronga ocuparme de la fotografía de su próxima película? ¡Tengo una cámara con la que he hecho muchos vídeos! ¡Soy director de fotografía!
Sesión Barrio Sésamo: un compositor de cine es alguien que sabe de música, con el que poder hablar de conceptos, de estructura, de sentido, de matices, de intenciones. No alguien que, como se afirma en la entrevista, va a hablar con el director con "una libreta para tomar apuntes. Él me transmitía las sensaciones que debía expresar la música en cada secuencia: emoción, tristeza, misterio…". ¡Esto en una película de presupuesto! Ya que no Villaronga, ¿la productora Isona Passola, cuyo nombre se coloca bien visible en el póster del filme, no tiene criterio, opinión, sentido de la estética... conocimiento? Cuando sea posible, supongo que ni director ni productora objetarán que comente esta película con la ayuda de soporte videográfico para enseñar al menos cómo NO hacer las cosas con la música. Los culpables son el director y la productora, ambos ineptos en este terreno, no el aspirante.
Pero la crítica cinematográfica, de modo casi unánime, ha celebrado las exquisiteces de esta paella. Nadie ha hecho el más mínimo comentario a la deficiente sonoridad de la música, a su torpeza melódica, a su inexistente relevancia dramática y narrativa. ¿Pero de verdad nadie se ha dado cuenta de que las gambas de esta paella estaban crudas, eran incomestibles? ¿o es que no tienen paladar para detectarlo?. Insisto, una vez más: no se fíen de mi criterio... ¡pregunten a un músico con mínima formación!
Solo un medio de entre los relevantes se ha hecho eco de la música... pero para decir esto:
Suma una producción impecable y unos magníficos acompañamientos formales y artísticos: la fotografía de Josep M. Civit, el diseño de producción de Ana Alvargonzález, la banda sonora de Marcús JGR, arriesgada, modernísima (Javier Ocaña, El País)
Sería interesante saber a qué se refiere con arriesgada y especialmente cómo explica lo de modernísima, y espero poder preguntárselo en público alguna vez. Lo de arriesgada es algo poco concreto: dialécticamente hasta puede sostenerse que Schindler´s List es arriesgada, así que el calificativo puede servir para muchas cosas, entre otras para no decir absolutamente nada. Pero lo de modernísima, cuando lo que hay en la película ya se hacía en los setenta y ochenta (e infinitamente mejor), cuando nada aporta ni al mundo musical ni al cinematográfico... acaba siendo un irresponsable beneplácito y apoyo de la crítica cinematográfica a que la música pueda estar en manos de quien no sabe hacerla ni tiene a bien delegarla. Pero este es el nivel, con contadísimas excepciones. No solo en España: lean en la web IndieWire lo que es, para un selecto grupo de críticos cinematográficos, la música cinematográfica. Uno de ellos no tiene desperdicio:
I’m not a good judge of what’s a great film score. I don’t pay attention well aurally, so I don’t always notice them in the movie. And if I do notice it too much during the movie, that can be a distraction (Christopher Campbell)
Hay quienes no sabiendo lo que es la música de cine se sienten legitimados para entrar en un restaurante, pedir una paella, tragar -que no saborear- gambas crudas y luego, tranquilamente, hacer una crítica fabulosa de esa paella. Con este nivel de exigencia y conocimiento es fácil que directores y productores se animen a saltarse a los compositores y que no les importe ahorrar dinero no dándoles trabajo a los cocineros que sí saben preparar las gambas, sino a quienes creyéndose chefs, las sirven crudas. Y si nadie protesta, y la crítica no parece estar por la labor, al final se irán ahorrando costes, también en otros ingredientes de la paella.