El sello discográfico español Quartet Records lanza esta semana la nueva banda sonora del compositor Carles Cases, Los del túnel, película que se estrenó a principios de año y que pasó con más pena que gloria. Pero ni este lanzamiento discográfico ni la propia creación del compositor en el filme van a ser objeto de este editorial. En los próximos días publicaré la correspondiente reseña, aunque adelanto que mi consideración no va a ser precisamente positiva: la música es exquisita, como corresponde al compositor catalán, pero su aplicación en el filme -que es lo más determinante- es lamentable, aunque no es ni culpa ni responsabilidad suya.
Traigo este asunto al editorial de esta semana porque este filme supone el regreso de Cases al cine tras un lustro apartado de él, y no precisamente por voluntad propia: han sido cinco años de penurias, viviendo en una situación extremadamente precaria, que él mismo explicó en un programa de TV3 y al que le dediqué un editorial ahora hace un año que titulé Devastador Cases. Editorial que, por cierto, tuvo su continuación una semana después con otro, Indiferencia global, donde constaté que a pesar de la gravedad del asunto nadie más que MundoBSO se había hecho eco del mismo. Con lo sucedido recientemente con el concierto música de cine en España con Star Wars del Festival de Málaga, parece una costumbre pintoresca por estos lares mirar a otro lado cuando las cosas pintan feas. Nunca será así en MundoBSO.
Que un compositor del talento de Carles Cases tenga que aceptar filmes inaceptables con tal de poder trabajar es el síntoma de una enorme injusticia y también una lacra que le afecta no solo a él, sino a muchos otros compositores que, incluso trabajando regularmente, no son considerados para las películas relevantes. Sucede en España y sucede en Estados Unidos. Pero lo de Cases en particular entra dentro de algo que merece ser comentado con más detalle y estudiado en algún artículo de la categoría de Historia en el Ágora: la música del cine español, durante la década de los ochenta y parte de los noventa y en sus filmes más destacados se mantuvo y muy bien con la bicefalia de Bernardo Bonezzi y José Nieto. Ambos no pararon de trabajar y Nieto coleccionó premios Goya. Pero a mediados de los noventa irrumpió en el cine una generación de compositores que trajeron aires nuevos y grandes esperanzas: Cases, Alberto Iglesias, Juan Bardem, Pascal Gaigne, Eva Gancedo, Bingen Mendizábal, Ángel Illarramendi, Roque Baños o Suso Saiz, aunque algunos de ellos ya trabajaban, aunque más en la oscuridad, en los ochenta. Con esta nueva ola, Bonezzi y Nieto pasaron -más forzosa que voluntariamente- a la reserva, pues el cine dejó de contar con ellos.
Veinte años después, de esta generación de los noventa solo Iglesias, Gaigne y Baños se mantienen en primera línea. No es solo Cases el que ha sido olvidado, pues, y su ausencia del cine es tan hiriente como la de Illarramendi, un creador de tantas melodías elegantes y refinadas, que también ha sido relegado. ¿Qué ha sucedido para que tantos compositores hayan caído en el olvido?. Seguramente, cual ciclo de la vida, por haber sido reemplazados por la nueva generación que surgió ya en el nuevo Siglo, con nombres como los de Fernando Velázquez, Federico Jusid, Lucas Vidal, Arnau Bataller o Sergio Moure, entre otros, además de que Iglesias, Gaigne y Baños han podido asumir buena parte de los mejores proyectos. Naturalmente ningún compositor es responsable ni mucho menos culpable de que la carrera de otro decaiga o directamente desaparezca, pero no se trata de buscar razones sino exponer evidencias. De hecho, y por ese ciclo de la vida, cabría preguntarse si habrá próximamente una nueva generación que descabalgue del cine a aquellos que a su vez descabalgaron (no voluntariamente, insisto) a los de los noventa...
No tengo respuesta ni creo que nadie la tenga. Pero sí una pregunta: ¿es esto reversible? ¿Hay alguna posibilidad que Cases -u otro compositor- pueda volver a la primera línea? El tiempo dirá si el cine español (o el cine en general) les da nuevas oportunidades o si por el contrario las nuevas oportunidades que les da son cantos agónicos del cisne, lo que sería especialmente sufriente e injusto. Sea como sea, hay que brindarles nuestro reconocimiento, nuestro apoyo y nuestro agradecimiento.