Es factible sostener que Spielberg podía haber hecho The Post, que se estrena hoy, sin John Williams, que aquí no es tan esencial como en otras películas, aunque gracias a él el conjunto se eleva y además mucho, porque Williams siempre es una suma y nunca una resta. No es este un filme que necesite de la música para explicarse, al menos al nivel de como sí sucede por ejemplo en Close Encounters of the Third Kind (77) o en E.T. The Extra-Terrestrial (82), por citar solo dos de tantos ejemplos en la extensa y fructífera sinergia del director y el compositor. Y sin embargo la música que hay dista mucho, pero mucho, de ser mera música de relleno.
No es música de relleno porque aún no siendo un requerimiento fundamental que haga que el filme se explique en lo argumental, incorpora una perspectiva que lo hace más trascendente. Es lo que marca la diferencia entre llenar espacios o lograr algo relevante y con significación. Si es así, y aquí es el caso, el Williams que en apariencia no es esencial lo es tanto como en Close Encounters... aunque a un nivel muy distinto y no narrativo.
Strictu sensu, Saving Private Ryan (98) no necesitó de la música para explicarse, desde luego argumentalmente. Pero más allá del vistoso tema principal (la emotiva elegía a los caídos), las músicas del compositor sirvieron para poner en primer plano las emociones calladas o disimuladas de varios de sus personajes y así, con ello, la película tuvo todo lo que necesitaba para completarse. Hubiese funcionado bien sin música, pero con ella se entendió mejor.
En The Post la música no es determinante ni en lo dramático ni en lo narrativo. Si se suprimiera, el filme seguiría estando muy bien explicado y nada quedaría confuso en relación ni con el argumento ni con las emociones de los personajes. De hecho, el guion literario lo tiene todo y la interpretación (en especial) de Meryl Streep es tan potente que el apoyo y la presencia de Williams podría ser hasta obviada sin que la película se resintiera gravemente. Pero aquí, tanto las músicas cargadas de tensión para subrayar el riesgo como aquella emocional que pone en valor la trascendencia del periodismo al servicio de los gobernados, logran algo significativamente más determinante que complementar dramática o argumentalmente una película que realmente no la necesita para explicarse, y no es otra cosa que involucrar al espectador, ponerle en la piel de los personajes, hacer que sienta como propios las angustias y tensiones y finalmente hacerle partícipe del gran mensaje político (el del director a través de la voz del compositor) condensado en el tema musical principal: la libertad (de prensa) es una conquista irrenunciable. Y así, al final, resulta que el Williams que en principio no era esencial para explicar el filme acaba resultando ser fundamental para que llegue su mensaje, para que cale y para que encabece y lidere el sentido de todo el filme. Porque muchas veces, la música de cine no es narración sino actitud. Y la actitud es siempre algo esencial.