Dos agentes de élite son secretamente asignados a torres de vigilancia en los lados opuestos de un vasto desfiladero, para proteger al mundo de un misterioso mal que acecha en su interior. Se unen en la distancia, pero han de mantenerse alerta para defenderse del enemigo invisible.
Los compositores aplican una banda sonora electrónica para lo ambiental y para tensionar el entorno haciéndolo progresivamente más incómodo y desconcertante. Funciona bien en la primera parte del filme, pero a lo largo de la segunda, tan caótica y absurda, la música deja de tener relevancia y apenas encuentra su espacio para significarse.