Un grupo de exploradores naufraga en una isla del Pacífico Sur habitada por una colección de aterradoras criaturas sobre las que reina Kong, un simio gigante.
Los compositores firman una banda sonora muy poco imaginativa y sin ideas originales que se sustancia en un motivo principal básico y elemental repetido frecuentemente y en una sucesión de temas grandilocuentes y enfáticos para los distintos monstruos. Todo queda demasiado reiterado y uniformado, sin desarrollo ni evolución y sin ningún tema musical que se destaque por su personalidad o entidad. Es una creación funcional, gris, correcta pero muy apática.