La banda sonora que firma Pascal Gaigne es ejemplar no solo en lo estrictamente musical sino también en lo dramatúrgico y narrativo. Lamentablemente, como denunciamos en este editorial, una bochorosa mezcla ha destruido todo su potencial expresivo, su desarrollo y finalmente el arco dramático que marcaba una clara evolución en sus temas desde el principio hasta el destino final. Su guion musical, preciso y con un manejo de los espacios y el tiempo exquisitos, acaba inoperante porque la música es aplastada y aplanada, tal y como se ha comentado en ese editorial. En otras circunstancias, con una mezcla profesional y no amateur y chapucera, estaríamos ante una de las más grandes creaciones de 2024, desde luego en el ámbito español, y una valoración que en MundoBSO no podría ser menor que el tan infrecuente 8 que pocas veces atribuimos. Pero en MundoBSO, es sabido, tenemos la obligación de reflexionar y de comentar lo que hay, no lo que pudo haber pero por incompetencia (en este caso, ajena) no hay.

Afirmado esto y justificada la valoración baja que no sin rabia debemos dar para en ningún caso avalar prácticas vergonzantes en las mezclas, debemos decir que Gaigne da una lección de contención, de profundidad y sobre todo de compromiso con el relato y sus personajes. Su estructura no es nada compleja sino clara y sencilla, lo que hace más comprensible y accesible la implicación de la audiencia. Hay música de raiz étnica, orgánica que vincula estrechamente a los personajes con su lugar de origen, evocando con dolor en tierra española el sitio del que debieron huir y evocando el tierra africana -también con dolor- el sitio del que el protagonista debe volver a intentar huir para salvarse. La salvación es también un concepto musicalizado como anhelo en peligro en tierra española y como objetivo en la africana. Este concepto se transfigura en la forma de un bellísimo tema con destacado cello, que se vincula al desplazamiento, al recorrido obligado para alcanzar esa libertad y salvación. Es un tema luminoso, también perturbado, a ratos esperanzado y en otros desolado, oscuro. Y está absolutamente pegado a la piel del protagonista y al aliento (y sufrimiento) de quien le ama y le espera, uniéndolos en la larga distancia que les separa. Este tema debe encontrar su camino en un territorio y contexto de músicas a la contra, turbias y hostiles, que inundan los espacios de niebla en la que, a pesar de todo, el formidable tema principal logra seguir su recorrido y crecer haciendo crecer a los protagonistas. Ojalá el resto de la película y los responsables del desastre hubieran estado a la altura de Pascal Gaigne.