Creo que cualquiera que sepa del talento y exquisitez de Alan Silvestri debe lamentar verle involucrado en algo como The Electric State (25), que se estrena hoy en Netflix, pues debería ser un producto meramente comercial asumido por un compositor funcional. Es seguro que no lo ha hecho por necesidades económicas, pues Silvestri es boyante como consecuencia también de sus buenas inversiones empresariales, así que lo plausible es deducir que lo hace por la necesidad de todo compositor de expresarse musicalmente y el cine es el medio natural de quien tiene carrera cinematográfica pero no concertista. En cierta manera me recuerda el ocaso de Jerry Goldsmith, condenado a solo poder mostrar lo mejor de sí mismo en las peores películas, que fueron muchas en el tramo final de su carrera, indignas de su elevado nombre. Es una pena que Silvestri no esté en los mejores filmes porque él sí está entre los mejores compositores. Salvo su inquebrantable alianza profesional con Robert Zemeckis, cuyo cine de todos fue mucho mejor en el pasado que en el presente, y sus colaboraciones con las adaptaciones de los cómics de Marvel (la última, hace seis años) su carrera se mueve en los últimos tiempos más por las sombras que por las luces.
No siempre funciona aquello de Deutsch del compositor como empleado de una funeraria que no resucita muertos pero se espera que los haga más presentables. Lamentablemente tampoco aprecio en The Electric State el brillo de su música, pero yo lo conozco, como lo conocen los aficionados más veteranos y experimentados. Temo sin embargo que nuevas generaciones de aficionados y, lo que es peor, nuevos directivos de la industria lo vean un compositor obsoleto y viejo, un hombre de 74 años componiendo para una película dirigida a adolescentes y jóvenes. Puede que lamenten que este filme no haya sido musicado por el dúo Reznor/Ross (por poner un ejemplo) y le señalen como parte del problema. Si es así, será doblemente injusto pues Silvestri, como los grandes, siempre fue solución.
No es un problema de edades ni de generaciones sino de lo que hoy se considera anticuado y de lo que hoy se considera de rabiosa modernidad. La buena música sinfónica no envejece, como lo demuestra que siempre está y siempre regresa a los mejores filmes cuando se la ha apartado de ellos. Silvestri es mayor pero en nada anticuado. Merece y nos merecemos que le llamen para dar brillo y calidad al mejor cine, no al peor.