La muerte hoy de Antón García Abril deja huérfana la música para el cine y la televisión de España. Fue un compositor de primera clase, extraordinario, creador de incontables creaciones que han engalanado con la mejor calidad las películas o series televisivas que se han construido también con su aportación. Las décadas de los años sesenta y sententa fueron las de su reinado en el audiovisual por la mayor cantidad de trabajos, pero una parte importante de lo creado en ese fructífero período ha traspasado las barreras del tiempo y las nuevas generaciones, cuando le conocen, le admiran, y con toda justificación. Y eso que pese a su ingente obra para el audiovisual -más de doscientos títulos- es poca la que ha visto la luz en forma de discografía. Sin embargo, recientes tributos en los festivales de FIMUCITÉ y en el del cine español de Málaga hicieron palpable que era un compositor querido por conocido y querido cuando conocido. Ese es también el valor de su legado.

Su obra extracinematográfica es ingente (obras para orquesta, cantatas, conciertos, música de cámara...), y en el cine alcanzó enorme popularidad: su tema principal de Sor Citroën (67) es bandera en la música de cine de nuestro país, y las extraordinarias músicas de las series de ficción Curro Jiménez (76) Fortunata y Jacinta (80) Ramón y Cajal (82) y Anillos de oro (83), pero sobre todo la sintonía de El hombre y la Tierra (74) forma parte indisociable de nuestra cultura en el Siglo XX.

Hizo mucho, mucho cine alimenticio, de diversos géneros (comedias, westerns, dramas) y aunque algunas de las películas tuvieron gran éxito comercial, por la época y por las circunstancias no se entendía o no se quería aceptar que un gran músico pudiera involucrarse en películas tan poco académicas, y eso generó un desinterés por su trabajo y una falta de reconocimiento. Pero filmes como la mencionada Sor Citröen o tambén La ciudad no es para mí (66), Las que tienen que servir (67) El turismo es un gran invento (68) o La lozana andaluza (76) tienen mucho de bueno que reivindicar, como también títulos esenciales como La noche de Walpurgis (71) El perro (77) y muy por encima de estas la triste y hermosa La colmena (82) y Los santos inocentes (84), con su agreste, primaria y rural música que tan bien ayudaba a la inmersión de la audiencia.

Llevaba 30 años sin hacer cine y televisión. La Academia de Cine Español ha tenido sus 35 años de existencia para agradecer su contribución al cine con un Goya de Honor, pero nunca fue su momento. Desgraciadamente ya es tarde, pero el mejor premio será que su obra sea editada, más conocida y nunca olvidada. Porque era un compositor de oro puro.