El sábado 13 de mayo tuvo lugar en el Auditori Forum CCIB de Barcelona el primer concierto de la gira 'Assassin's Creed – Symphonic Adventure' de 2023, con motivo del 15º aniversario de la saga. Organizado por Overlook Events y Ubisoft, fue interpretado por la Universal Symphony Orchestra & Choir bajo la batuta del director Adrián Ronda. Héctor y Conrado Xalabarder firman esta crónica.
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Por Héctor Xalabarder
Cuando Conrado me invitó a acompañarle a este concierto me hizo muchísima ilusión. No he jugado a todos los juegos pero sí a algunos y le dije que escucharía las bandas sonoras para recordarlas o conocerlas antes. Yo amo los videojuegos, he crecido con ellos, mucho más que con el cine, y ya ni recuerdo en qué momento fue que sentí que la música formaba parte inseparable de la experiencia de juego. Tengo 18 años y amigos míos de mi edad se han decantado más por el cine, son seguidores de MundoBSO y de lo que hace mi tío Conrado, pero yo siempre he preferido jugar.
Cuando llegamos a nuestros asientos teníamos un lujoso programa de mano de diez páginas con muchas y muy buenas ilustraciones, explicaciones, fotografías de los compositores y de las bandas sonoras que hicieron y el índice con el orden de las músicas. Me gustó mucho, y así se lo dije a Conrado y a un conocido suyo que vino a saludarnos, que el orden no fuera por el de la aparición en el mercado sino por orden cronológico de las épocas históricas: desde la antiguedad hasta lo más actual.
Por resumir brevemente el orden del concierto, tras una introducción, arrancó la Primera parte con Odyssey (18), ambientado en la Grecia clásica. Como comienzo del concierto estuvo bien porque fue un modo de entrar en el ambiente y conocer a la orquesta y los coros, de los que debo decir que estuvieron en todo momento magníficos. Luego fuimos a Egipto con Origins (17) y a la época vikinga con Valhalla (20). Siguió Assassin´s Creed (07), que pasa en la edad media, Assassin´s Creed II (09), en la Italia renacentista, Brotherhood (10), en Florencia, y Revelations (11), en Estambul, que cerró la primera parte. La segunda comenzó con Black Flag (13), en el Caribe lleno de piratas, luego Assassin's Creed III (12), en la revolución norteamericana, Rogue (12), la guerra de los siete años, Unity (14), la Revolución Francesa, y para acabar Syndicate (15), la Inglaterra victoriana.
En total, más de dos horas y media.
Si he de resumir lo que sentí en el primer bloque antes del descanso lo digo en dos palabras: aburrimiento y saturación. Y respecto al segundo: hartazgo. Nada que ver lo que viví en este concierto con la emoción de jugar y desde luego no sentí ninguna inmersión en este concierto. De cada entrega se tocaron seis o siete o más piezas, casi 90 en un no parar una tras otra, algunas extensas, otras cortadas, todas muy iguales y la mayor parte sin sustancia, de mero relleno. Daba la sensación de estar escuchando todo el rato lo mismo, una y otra vez, y cuando había algo bonito, algo destacado, aparecía otra pieza. Así más de dos horas y media.
Sentí que no había nada preparado para crear una experiencia real, un viaje a través de los mundos de Assassin's Creed, una evolución, o un desarrollo, un camino hacia el clímax. Nada de eso hubo. Estaba seguro que el final tendría que ser espectacular. Pero el final lo fue porque simplemente ya no tenían más música. En este concierto nada tenía ningún sentido, ni en lo musical ni en la puesta en escena: las músicas eran muy parecidas y lo que se mostraba en pantalla era casi siempre lo mismo, el protagonista dando saltos. La edición de las imágenes era mala: en lugar de aprovechar los trailers de los videojuegos, que tienen unos gráficos impresionantes, rellenaron casi todo con mero gameplay solo para alargar. Era algo así como ver la partida como si la estuviera jugando otra persona pero sin sentir que la estuvieras jugando tú, resultando todo muy aburrido. La edición de las imágenes, además, era en varios momentos cutre porque para que se ajustara con la música hacían unos cortes bruscos o súbitas cámara rápida o cambios de ángulo de la cámara para que sincronizara con el tempo de la música, o extraños efectos de sonido que eran un verdadero incordio.
Durante todo el concierto parecían pretender aparentar un gran espectáculo, épico y grandilocuente, pero todo (menos orquesta y coro) falló y lo mejor de la música de la saga quedó completamente enterrada en un montón de músicas de mero relleno. Conrado siempre ha dicho que hay músicas que son estupendas en el lugar en el que están pero que sacadas de su contexto no tienen ninguna entidad. El 50% de este concierto fue exactamente así. Podían haber hecho un concierto de hora y media con los grandes temas musicales, que emocionaran, que hicieran vibrar, que no cansaran, que dieran ganas de jugar a todos los juegos. Yo creo que este concierto ha conseguido justo lo contrario: que no apetezca nada volver a Assassin's Creed. Y me avergüenza pensar la cantidad de personas asistientes que quizás nada sabían de las músicas de los videojuegos y que mucho me temo nada querrán saber de ellas cuando son tan buenos juegos con músicas tan espectaculares.
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Por Conrado Xalabarder
Antes de comenzar el concierto, detrás nuestro se sentaron dos chicos y dos chicas. Uno de ellos le dijo a los demás: me váis a tener que agarrar porque yo aquí me voy a emocionar. Parecía, por los comentarios de sus acompañantes, que estos no conocían los videojuegos. Estábamos sentados en un lugar estupendo. Ninguno de los cuatro aparecieron en la segunda parte del concierto. Desconozco, claro, si buscaron mejor ubicación (difícilmente había mejor ubicación) o si, como ví hacer a no pocas personas, decidieron buscar mejores planes antes de acabar este concierto.
Suscribo todo lo dicho por Héctor, cuyo testimonio creo mucho más autorizado que el mío porque él es jugador y yo no. A lo que él comenta añado que en ninguna de las presentaciones de cada parte del videojuego hubo una sola mención a los compositores. El programa de mano, muy lujoso, sí incluía las menciones, pero en cualquier caso es altamente significativo que se ningunee la autoria de las músicas en las proyecciones, mucho más visibles e inmediatas, y más dignas, puesto que los programas, en penumbra, apenas son consultados. Lo reproché con toda la razón en el fallido concierto (por su bochornosa puesta en escena) De gala con los Goya de Fimucs II, donde ni tan solo había programa, y lo reitero aquí: si hay proyección la autoría debe constar para que la vea bien vista toda la audiencia. No es tan complicado.
El auditorio llenó solo un 40% del aforo, aproximadamente, algo que espero sea un toque de atención a quienes lo organizan. Y la respuesta del público fue, como era esperable, fría y distante. Se debieron aburrir, a tenor de las pocas calurosas rondas de aplausos al final de cada videojuego, o a tenor también de comentarios que escuché a la salida. Ni un solo Bravo! fue escuchado durante el concierto. Tengo la sensación de que se ha planeado para vender entradas presentándolo como gran espectáculo de dos horas y media lleno de efectos sonoros y visuales a sabiendas de que nadie que haya pagado va a poder reclamar su dinero, y de que de ciudad a ciudad no hay modo de avisar a posibles compradores de entradas. Un espectáculo de una hora y media no vende, parece poco, así que había que rellenar con músicas que, efectivamente, jamás debieron haber sido sacadas de los videojuegos.
Hans Zimmer puede llenar estadios en el mundo entero porque cada pieza suya -guste o no- es un espectáculo visual, sonoro o emocional en sí, y está preparadísimo al milímetro pensando sobre todo y ante todo en el público, en su disfrute, en crearles una experiencia inolvidable. Con Assassin's Creed – Symphonic Adventure, se ha vendido como grande algo que al final ha resultado farragosamente pequeño, un quiero y no puedo que ha enterrado lo mejor de la saga musical (tres Premios MundoBSO + 2 nominaciones a la Mejor BSO de Videojuego... las adoramos) en un concierto sobrecargado, torpe, saturante, que ha desaprovechado -cuando no estropeado- el potencial de la mejor música de la saga y finalmente ha resultado ser una experiencia pésima. Mi único aplauso va para la impecable, esforzada y también abnegada labor de la Universal Symphony Orchestra y el coro, que tras Sonafilm definitivamente demuestran que han llegado para quedarse.