Mel Gibson llevaba cinco películas dirigidas que tenían cinco bandas ejemplares, pero con la sexta se ha roto la inmejorable racha: Flight Risk (25), que hoy se estrena, cuenta con una banda sonora del montón que en nada se parece a las tres joyas que hizo con James Horner (The Man Without a Face, Braveheart y Apocalypto), la de Debney (The Passion of the Christ) y la de Gregson-Williams (Hacksaw Ridge). No, la banda sonora de Flight Risk no tiene absolutamente nada que ver con ellas. Ciertamente, eso sí, tampoco la película.
En cualquier caso, Gibson ha demostrado fehacientemente ser un cineasta con sensibilidad e inteligencia en el empleo dramatúrgico y narrativo de la música. Es una razón suficiente para celebrarle y esperar más trabajos suyos como realizador en los que encontrar joyas y lecciones de cine musicales. No son tantos los directores que han mostrado respeto y conocimiento sobre el uso de la música en el cine. Su sensibilidad también está demostrada: por supuesto músicas tan sublimes como las de The Man Without a Face o The Passion of the Christ son creaciones atribuibles a sus compositores, pero no es menos cierto que estos supieron canalizar lo que el director quería expresar y, como casi siempre, ese es el punto de partida para alcanzar la obra maestra. Apocalypto es también un ejemplo de cómo sacarle partido a la música para tensionar y generar inmersión, y desde luego Braveheart es muchísimo más que música emotiva, tal y como demostré ampliamente en el vídeo que hice hace unos años.
Por lo hecho en esas cinco películas sorprende muchísimo la desidia, apatía y falta de ideas en esta nueva película, pues todo son zonas comunes, clichés, rutinas ya trilladas. Si esta película hubiera caído en manos de James Newton Howard o, algo antes, de Jerry Goldsmith, es con absoluta seguridad que hubiera seguido siendo un producto de serie b pero con mucha, mucha más categoría y clase. Es una pena que Mel Gibson no hubiera pensado en recrear aquél cine que en los ochenta y noventa tan buenos resultados dio. Con todos mis respetos por el compositor brasileño Antonio Pinto, su inexperiencia en el género no ha ayudado, en lo musical pero desde luego tampoco en lo cinematográfico, pues parece seguro que no ha podido ni sabido ofertar propuestas que beneficiaran la película, la revistieran de singularidad. No es reprochable al compositor, pero sí lo es al director, que podía haber sido quien lo pidiera. Quizás, no es descartable, ni tan solo tuvo control creativo, pero en todo caso es una decepción bien grande que casi diez años después de su última película como director su nuevo filme sea musicalmente tan irrelevante. Ojalá no tengamos que esperar diez años más.
La International Film Music Critic Association, de la que MundoBSO forma parte representada por Conrado Xalabarder, Ignacio Marqués, Gabriel Yong y Mario Pons, ha hecho pública la lista de sus nominaciones. La presencia española se sustancia este año con Arturo Cardelús (Mejor banda sonora de animación), Iván Palomares (Mejor banda sonora de cortometraje), Rubén Meliá (videojuego) y con el sello Quartet Records.
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