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CRÓNICAS DE FIMUCITÉ (I): ESPAÑA SONORA

28/09/2017 | Por: Conrado Xalabarder
CRONICAS

Crónica de Acaimo González Sarmiento

  • Una breve introducción

Cuando ví los primeros carteles de la nueva edición del Festival Internacional de Música de Cine de Tenerife (Fimucité), lo primero que me vino a la cabeza es que me estaba haciendo mayor: ahí, bien visible, había un notorio número “11” que indicaba que este evento ya había superado la década de existencia. Recuerdo perfectamente que cuando se estrenó la primera edición, pensé en que era una iniciativa que no tenía futuro, pues era quijotesco concebir que un festival sobre bandas sonoras iba a tener éxito en Canarias, pues si bien es cierto que es una potencia turística, no es que forme parte de las principales rutas culturales, precisamente.

Por suerte, me equivoqué.

Once años después, el festival sigue más grande y sólido que nunca. Las claves de su éxito creo que son dos: la calidad y el compromiso institucional y social que ha logrado granjearse a lo largo de estos años. Sobre el primer punto no hay necesidad de extenderse: cualquiera que haya ido a uno de los conciertos sinfónicos ha podido comprobar que todo ha sonada muy bien y, sobre todo, con respeto hacia las partituras originales (algo que no siempre se da en los conciertos de música de cine). Sobre lo segundo, es evidente que para que un festival así sobreviva, la financiación pública y de patrocinadores privados son esenciales, y por ahora el festival está lográndola. También ayuda que los conciertos suelan llenarse en la mayoría de las ocasiones.

Pero lo más importante es que el festival ha logrado crearse su público: en las semanas previas al evento, no era raro escuchar en Tenerife a personas decir que habían comprado entradas para la cosa esa de las bandas sonoras. No son entendidos. Probablemente ni siquiera sepan qué autores van a escuchar ni qué música está sonando. Pero saben que van a pasar una noche emocionante, y pasan por taquilla. Eso es básico, porque un festival de este tipo no podría mantenerse solamente con fans de las bandas sonoras. Y, por desgracia, en el panorama nacional hay ejemplos de buenas iniciativas que han desaparecido porque la fuerza de los aficionados por si sola no era suficiente para mantenerlos.

  • Concierto de cine español

Desde hace algunos años, y dentro de esa estrategia de imbricarse en el tejido sociocultural tinerfeño, Fimucité ha programado galas interpretadas por una banda sinfónica compuesta, mayoritariamente, por alumnado de los dos conservatorios locales: el Profesional de Música de Santa Cruz de Tenerife y el Superior de Música de Canarias. Es importante tener en cuenta ese dato, porque determina la estética del concierto: primero, porque una banda sinfónica carece de sección de cuerdas, de tal modo que las partituras deben ser adaptadas y siempre sonarán algo diferentes a los originales. Y segundo, porque en este caso se trataba de músicos jóvenes, muchos de ellos en formación, a quienes no sería justo pedirles el mismo grado de virtuosismo que a intérpretes profesionales. Por ello, en momentos puntuales hubo algún que otro error en la interpretación, pero, en todo caso, la tónica general fue buena. Y aunque sé que esto no es un criterio que debiéramos tener en cuenta, resultaba enternecedor ver las sinceras sonrisas, entre tímidas y satisfechas, de estos jóvenes en las ocasiones en las que fueron ovacionados, que denotaban la ilusión con la que afrontaron el concierto.

El programa de la velada fue realmente insólito, pues junto a piezas populares había otras que no lo eran tanto, y alguna de ellas, como es el caso de No habrá paz para los malvados (11) de Mario de Benito, resulta árdua para su escucha separada del filme, al tratarse de música eminentemente de tensión. Cuando el maestro José Toledo dio el primer batutazo de la noche en el Teatro Guimerá, reconozco que se me puso cara de tonto y pude apreciar alguna que otra mirada de estupor en la platea: según el tríptico con el programa, deberíamos estar escuchando la épica El capitán Trueno y el Santo Grial (11), de Luis Ivars (quien, por cierto, estuvo presente). Sin embargo, lo que sonaba era un pasodoble bastante pachanguero, que la banda interpretó con brío. A su término, el director nos aclaró que, efectivamente, se trataba de una pieza fuera de programa con la que se quería homenajear, por un lado, a la música de banda, dentro de la cual el pasodoble es el género estrella; y, por otro a Berlanga, como símbolo del cine español y, además, un gran cultivador de la música de banda en sus películas. Por ello, había elegido como comienzo sorpresa tema de La vaquilla (85) de Miguel Asins. La propina del concierto, también fuera de programa, sería otro pasodoble del mismo autor, en este caos parada película ¡Biba la banda! (87), de Ricardo Palacios.

El capitán Trueno y el Santo Grial de Ivars sonó especialmente bien en los momentos épicos, que podían ser bien cubiertos por los vientos metales, y también hubo algún momento calmado en el cual los clarinete solistas pudieron lucirse. Pero, en general, creo que es una de las piezas en las que se notó la ausencia de una sección de cuerda completa, en donde el vacío que habían dejado los violines y violas era evidente. El valenciano Ramón García i Soler subió al atril en calidad de director invitado para, en primer lugar, interpretar una selección de su propia música para Short Stories. El aducido, un cortometraje de 2008. Música evidentemente de comedia, con momentos en los que parecía como si el Carl Stalling de los cartoons de la Warner intentara imitar el suspense de Bernard Herrmann. Dejó buen sabor de boca, pero cabe preguntarse si la música para un cortometraje que poca gente ha visto tenia cabida en el programa, sobre todo habiendo tantísimas otras obras más conocidas que podrían haberse programado. Supongo que fue una cortesía hacia el director invitado y, en todo caso, era una buena pieza.

García i Soler afronto también La gran aventura de Mortadelo y Filemón (03), de Rafael Arnau y Mario Gosálvez, una música frenética, también muy de dibujos animados… y que pierde mucho al escuchar sin su apoyo cinematográfico. El concierto cerraría la primera parte con la que opino que fue una de las mejores piezas de la noche: una suite de 800 balas (02) de Roque Baños que me pareció muy bien estructurada, comenzando con una interpretación exultante del tema principal, muy jubilosa, que poco a poro evolucionaría hasta un final casi elegiaco, siguiendo así el propio tránsito emocional del film de Alex de la Iglesia. Esta fue la primera pieza en donde la banda se tuvo que entregar a conciencia y es, posiblemente, donde se registraron los mayores errores de interpretación. Pero el entusiasmo que pusieron los músicos y la propia calidad del arreglo hicieron que ello no importara demasiado.

La segunda parte del concierto comenzó con la ya mencionada obra de Mario de Benito No habrá paz para los malvados. Y, al igual que lo dicho sobre Mortadelo y Filemón, se trataba de una música que perdía mucho al separarse de la película. Un crescendo final elevo el interés pero, aún así, el resultado general resulto algo árido. En la película es una de las fuerza motrices que ayudan a comprender el desenfreno de Santos Trinidad, el antihéroe interpretado por José Coronado (el papel de su carrera). Pero pierde gran parte del sentido en un auditorio. Es el eterno debate de los conciertos de banda sonoras: ¿hay que programarlo todo? Porque es verdad que interpretar solamente temas principales también supondría infrarepresentar lo que es realmente la música de cine. ¡Por suerte, no me toca a mí dirimir aquí ese debate! En todo caso, el concierto estuvo bien planificado porque, tras la dura pieza de De Benito, le tocó el turno a Alatriste (06), nuevamente de Roque Baños. Admito que como soy una mala persona, por un momento pensé en que, al ser interpretada por una banda, sonaría también La madruga, la marcha de Semana Santa que directo Agustín Díaz Yánes decidió poner en el clímax del filme en lugar del fastuoso tema de Baños. Por fortuna, en Fimucité se ciñeron a la partitura original, que destacó por su contundente percusión (y sería repetida al final como segunda propina).

Tras la solemnidad y algo funeraria marcha dedicada al capitán de los Tercios de Flandes, llegaría la muy dinámica, pegadiza y espectacular Atrapa la bandera (15), de Diego Navarro, director artístico del festival. La música sabe transmitir la ilusión da un viaje a la Luna y, nuevamente, los metales llenaron lo suficiente el espacio sonoro en los momentos épicos. Además, la partitura original contenía una marcha militar que, al ser interpretada por la banda, sonó perfectamente. Y para cerrar, otro pasodoble. De hecho, EL pasodoble del cine español: Bienvenido Mr. Marshall (53), de Jesús García Leoz. Doy fe de que en el patio de butacas más de uno canturreó Americanos

El concierto finalizo con unas palabras de Luis Ivars, que subió al estrado en representación de Musimagen, la Asociación de Compositores de Música para el Audiovisual de España que había colaborado en la organización de esta velada. Calificó de histórico el concierto, ya que, según afirmó, se trató de la primera ocasión en que un festival de música de cine programaba un concierto monográfico sobre autores españoles. El concierto fue relativamente corto, menos de dos horas de música, compuesto por suites de entre 10 y 15 minutos cada una. Una selección algo atrevida, una interpretación aceptable por parte de unos músicos que, recordemos, aún están en formación, y unos arreglos para banda muy adecuados. Mañana, más Fimucité.

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