El último capítulo del libro The Struggle Behind the Soundtrack, de Stephan Eicke, es quizás el más importante de todos, pues aborda tres asuntos de interés para cualquier compositor emergente. El primero es relativo a la formación en diferentes escuelas, academias y universidades. Se trata, indica el autor, de formación poco homogenea entre centros, de modo que en unos enseñan cosas que en otros obvian. Finalmente esos estudios, siendo importantes, no sirven de mucho si lo solo se ha enseñado música y no tecnología o producción musical. Al respecto señala Klaus Badelt que cuando tengo estudiantes o internos la mayor parte de las veces he de hacerles olvidar lo que han aprendido en las escuelas (...) ser asistente de diez compositores diferentes enseña más que cinco años de estudios intensos.
El segundo aspecto se refiere a las dificultades (y miserias) que para la inmensa mayoría de aspirantes conlleva el anhelo de buscar una oportunidad en el cine de Hollywood. Importante es tener conocimientos musicales, pero los fundamentales hoy son los tecnológicos y de producción. También es esencial estar físicamente en Los Angeles, para el contacto social. Resumidamente, es esencial saber venderse como aspirante obediente y eficiente, que no dará problemas y entregará lo pedido en plazo.
El contexto presente es el de presupuestos para la música reducidos dramáticamente y el del número de compositores aspirantes aumentado también dramáticamente. La cantidad de compositores en busca de una oportunidad es superior a la cantidad de películas disponibles. En esta coyuntura, si un aspirante no acepta un trabajo por ser pésimas las condiciones, hay una larguísima cola de otros dispuestos a aceptarlo, y no son pocos los que están dispuestos a aceptar cualquier condición con tal de poner un pie en la industria. Eso incluye, por supuesto, el trabajar gratis.
La universalización de la tecnología, al alcance de casi cualquier compositor, ha sido determinante para el aumento exponencial de los aspirantes: basta con tener las herramientas para hacer música para postularse como compositor, independientemente de cómo sea esa música, si es que lo llega a ser. A fin de cuentas, señala Eicke, muchos directores y productores prefieren gente que cumpla con los plazos que compositores con pedigrí académico: hoy muchos productores tienen hijos con amigos que tienen una banda en el garaje, así que vienen a decirte: "el hijo de mi vecino puede hacerlo, ¿tú de qué vas?", le explica John Ottman.
Eicke pone cifras: según un agente de compositores, hay en Estados Unidos 3.500 compositores en activo y cada año salen de las escuelas y universidades 15.000, sin contar los autodidactas. Estas cifras y la idea que ha calado entre productores y directores de que todo el mundo puede hacerlo juega absolutamente en contra de los compositores de cine: permite la reducción de presupuestos y honorarios y directa o indirectamente también la explotación de la masa enorme de compositores emergentes. Al reducirse los presupuestos son pocos los compositores que se pueden permitir pagar a asistentes, así que recurren a internos, que trabajan gratis a cambio de experiencia. Además, los compositores que años atrás solo aceptaban películas de primera categoría entran ahora en liza por poder hacer películas menores para poder trabajar más y ganar el dinero que antes conseguían con una de esas películas grandes. Las opciones de los aspirantes no son muchas y porque van a peor la guerra por encontrar mesa de trabajo no tiene reglas: Puedes despedir a un compositor y enseguida tener otro. Hay compositores dispuestos a trabajar gratis. Hay compositores que matarían a sus abuelas para conseguir la oportunidad de un gran trabajo. Hay más competición y ello devalúa los precios, explica Jeff Rona.
Todo es susceptible de empeorar: Eicke cita un anuncio que se publicó en Facebook donde se buscaban compositor ofreciéndole incluir una canción en una película a cambio del módico precio de cinco mil dólares que el aspirante debería abonar y renunciando además a cualquier derecho sobre ella. La ganancia será, eso sí, grandes perspectivas en su prometedora carrera profesional...
Esta situación hace inevitable preguntarse por qué los compositores del audiovisual (en Estados Unidos) no están sindicados, como lo están los intérpretes, guionistas, montadores, directores, directores de fotografía... pero la respuesta es porque siempre que han intentado sindicarse han fracasado estrepitosamente, por avasallamiento de los más poderosos y por insolidaridad en el sector. Elmer Bernstein lideró en los setenta un movimiento reivindicativo a favor de los derechos de los compositores y no solo fue un intento fracasado sino que su carrera quedó seriamente comprometida, por años. Y en este mismo Siglo XX se ha vuelto a intentar, con el apoyo decidido y explícito del poderoso Hans Zimmer, pero nuevamente sin éxito: Si Hans Zimmer quiere que pase pero no pasa entonces es que no va a pasar, resume agriamente Mychael Danna.
El infierno, en Hollywood.
FIN
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Nuestro comentario:
Respecto a este último artículo, en MundoBSO hemos comentado en varias ocasiones tanto sobre la formación como sobre la búsqueda de oportunidades, temas de máxima importancia. Mi parecer es absolutamente coincidente con el de Eicke, aunque debo añadir algo en lo que tanto he insistido y es que el compositor aspirante debe conocer el medio, debe ver películas, aprender de ellas, ser cineasta. El tercer asunto tratado, el de la desunión de los compositores, no sindicados, merecerá ser explicado más detalladamente en un artículo específico, lo que haré a la mayor brevedad.
Editoriales relacionados con el los asuntos aquí abordados:
Y hasta aquí nuestra extensa y detallada crónica sobre el libro de Eicke. The Struggle Behind the Soundtrack es un libro valiente y Eicke una voz necesaria, en un mundo como este tan dado a no exponer las verdades y a ficcionar las realidades. No es un libro para desanimar a los compositores emergentes sino para hacerles conocer el camino que pretenden recorrer. Demasiadas palabras bonitas que han abierto caminos de corto recorrido, por ello es de agradecer que libros como este expongan realidades de las que pocos quieren hablar.
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