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LAS VOCES DE TIOMKIN

21/03/2023 | Por: Conrado Xalabarder
CRONICAS

Un compañero ruso me preguntó: "¿Cómo puedes tú, un ruso del Conservatorio de San Petesburgo, escribir música para un western?". "Bien", contesté en ruso, "¿Tuvo que saber nadar Johann Strauss cuando escribió El Danubio Azul?" (Dimitri Tiomkin)

Con esta cita arranca Lucía Pérez García su segundo ensayo dedicado a desgranar la obra del compositor ruso Dimitri Tiomkin, tras su imprescindible libro Música de cine en femenino: Las mujeres en la filmografía de Dimitri Tiomkin (22), que se centró en cómo Tiomkin abordó musicalmente los personajes femeninos, una perspectiva nada usual pero que la autora transformó en algo verdaderamente interesante que ahora pide a gritos se pueda extender comparativamente a otros compositores de su época.

Tras la lectura de Dimitri Tiomkin: canciones para el lejano Oeste (Editorial Universidad de Jaen, 2023), podría plantearse lo mismo: ¿cómo son y cómo impactaron las canciones de Victor Young o de Alfred Newman, compositores que como Tiomkin también crearon temas cantados? Lo cierto es que en esta ocasión no habría lugar a cualquier comparación posible con otros compositores: Dimitri Tiomkin fue absolutamente único. No me refiero, naturalmente, a los compositores especializados en canciones (los Irving Berlin, Harry Warren, Jerome Kern, Cole Porter, Sammy Fain y tantos genios más), sino a los compositores de música instrumental que se aventuraron también a crear canciones. Lo que hace único y especial a Tiomkin lo conoce la amplia mayoría de la gente que ama la música de cine, pero Lucía Pérez no solo lo demuestra sino que amplifica con creces el calado de su aportación: como en su primer libro, hay un cuidado y detallado despliegue de informaciones y referencias, de comentarios y de reflexiones que ayudan a ampliar el campo de audición pero muy en especial de visión respecto al universo de las canciones de Tiomkin.

Arranca con un prolijo contexto histórico y musical que relata las circunstancias en las que Tiomkin cambia de Continente llevando en su maleta musical todo aquello que le formó como compositor, así como su proceso de inmantación de la música norteamericana, que comenzó siendo adolescente en Rusia y que naturalmente maduró a partir de su llegada a Estados Unidos. Asimismo la autora detalla sus procesos y métodos de trabajo, que en ocasiones llegaban a un punto muy detallista:

Es difícil para un lego darse cuenta de que las voces tienen diferentes variaciones de tono y timbre. Puede parecer increíble, pero las voces de muchos actores, aun placenteras por sí mismas, e independientemente del tono, son incompatibles con ciertos instrumentos (p. 65)

Antes de proceder con el tema que aborda del libro, las canciones, hay una extensa explicación sobre la música del western en Tiomkin: sus colores instrumentales, sus matices dinámicos o sus tonalidades. Es una estupenda pista de despegue para poder viajar a través de los muchos y memorables temas cantados con los que se abrieron y/o cerraron varias de sus películas, y que comienza su vuelo con una interesantísima perspectiva histórica global del uso de canciones en el cine, desde el inicio del sonoro hasta la actualidad.

Do Not Forsake Me, Oh My Darlin, de High Noon (52), es de todas las canciones que escribió Tiomkin la más popular y probablemente la mejor. Lucía Pérez arranca con su análisis histórico y musicológico de altísimo interés. Probablemente -en este y en los siguientes análisis- podía haberlo llevado más lejos saliendo de la canción estrictamente hablando y entrando en sus derivaciones en el resto del filme, bien instrumentales o bien cantadas, pero en cualquier caso lo que aporta en cada una de ellas son auténticas lecciones que facilita poder estudiar tanto escuchándolas y leyendo las partituras.

Así, el lector (y estudioso) de este formidable ensayo podrá descubrir nuevas perspectivas de temas cantados como Duel in the Sun, The Big Sky, Strange Lady in Town, Friendly Persuasion, Rawhide, The Green Leaves of Summer... hasta un total de 38 canciones que representan, todas y cada una de ellas, las 38 voces de Dimitri Tiomkin que Lucía Pérez ha puesto con claridad y muy buena didáctica en negro sobre blanco en un libro que es de puro amor a la música de cine. Que vengan más.

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