Tras la monumental y espléndida restauración que ha efectuado Ignacio Marqués de la banda sonora de Kingdom of Heaven (05), devolviendo las músicas de Harry Gregson-Williams que fueron expulsadas, ha resultado un filme en el que sus nada menos que trece temas centrales se han recolocado en los sitios debidos, cumpliendo ahora sí las funciones asignadas durante el metraje de casi tres horas, que puede verse de modo íntegro aquí. Trece temas centrales para significar y representar conceptos, facciones y personajes. Pero, con tanta cantidad de temas, ¿es posible que la audiencia pueda recordar, comprender y asimilar lo que representan cada vez que aparecen?
Empecemos resumiendo brevemente lo que es un tema central (artículo completo, aquí): dentro del conjunto de temas que conforman una banda sonora, el tema central tiene un significado que debe ser entendido, aunque pueda llegar a cambiar, asume responsabilidades narrativas y existe para representar algo importante en forma de música, como un personaje (o más de uno) un concepto o cualquier elemento que deba ser definido. Su presencia posibilita citar, complementar, ampliar, profundizar, alterar o incluso contradecir aquello que se explicita o se sugiere en el guion literario sobre lo que es expuesto desde el tema central.
En el mismo texto, sostengo que:
La importancia de un tema central obliga a que su número deba ser necesariamente limitado, porque de lo contrario se corre el riesgo de provocar confusión. Una película que tuviera diez temas centrales estaría manejando diez figuras distintas y, teniendo presente sus diferentes variaciones, haría virtualmente imposible su entendimiento.
Para corroborar esto, propuse como ejemplo una versión del Evangelio de San Mateo con trece temas centrales: uno para cada Apóstol y otro para Jesucristo. Podrían ser incluso más: tema para los romanos, para María, para la espiritualidad... pero sea como sea el resultado sería tan confuso que la música acabaría siendo un lastre para la comprensión de la película. Se exigiría demasiada atención y eso no es operativo. ¿De qué nos serviría insertar aquí o allá el tema de, por ejemplo, el apóstol Felipe si cuando suena la audiencia no le visualiza? Es más fácil si música y actor aparecen a la vez, pero ¿y si no es así, y si la música suena en el nivel espacial de las referencias? Su uso no tendría carga narrativa ni dramática comprensible, por la sobrecarga de temas. Y sin embargo, pese a que este razonamiento tiene solidez y mucha lógica, Ignacio Marqués ha reconstruido un guion musical donde cada tema cumple con exquisitez el cometido inicialmente asignado. ¿Qué puede haber malo en ello?
No es solo esta película: encontramos una aparente sobreabundancia de temas centrales en las sagas de Star Wars o de The Lord of the Rings, o en películas mastodónticas como The Ten Comandments (56) ¿Son por ello bandas sonoras ineficientes, y por inútiles en su máximo propósito -ser comprensibles- son también malas? ¡Desde luego que no! Pero se ha de asumir que si se funciona así para buena parte de la audiencia serán varios los temas centrales que aportando realmente información o cariz dramático no les aportará realmente ni esa información ni ese cariz dramático. No es lo mismo trabajar con un tema central para el tiburón y otro para los humanos que uno para el tiburón y doce para los humanos, por poner un ejemplo simple.
Yo soy funcionalista radical, creo que todo ha de funcionar como el mecanismo de un reloj, pero creo también que me equivoco si sostengo que ha de ser a la primera. ¿Por qué habría de ser así? ¿Acaso no hay cuadros, libros, músicas o por supuesto también filmes que viéndolos, leyéndolos o escuchándolos por segunda, tercera o sexta vez se encuentran muchas más cosas que nos enriquecen, que estaban ahí pero que a la primera no se nos habían manifestado? Pues lo mismo debería suceder con los guiones musicales: salvo que la pretensión fuera otra, volver a ellos una segunda vez y que surgan nuevos matices e ideas es todo un logro si estos matices e ideas son realmente buenos. No estará disponible ni al alcance de todos los públicos pero ¿cuántos no pasan delante de un cuadro sin ver ni la cuarta parte de lo que expone?. Si el guion musical es bueno, no tiene errores y cumple realmente su cometido, no parece que pueda haber problema en hacer uso de tantos temas centrales como necesite. Eso sí, renunciando con ello, insisto, a la complicidad, participación y comprensión de buena parte de la audiencia.