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EL COMPOSITOR INVISIBLE

25/11/2019 | Por: Conrado Xalabarder
CRONICAS

John Scott es uno de los compositores más desdichados de la Historia del Cine. No en vano fue posicionado como el más olvidado en la lista que elaboramos con ayuda de los seguidores de MundoBSO en Los 25 compositores más olvidados, que incluye algunos de aquellos que pese a su gran talento no han tenido ni la suerte ni las oportunidades merecidas. En el caso de Scott es flagrante y abismal la distancia entre su calidad compositiva y la (falta de) calidad de la gran mayoría de las películas en las que ha debido trabajar para subsistir. Es un compositor invisible para la industria cinematográfica, lo es también para muchos aficionados a la música de cine, y es por ello muy de agradecer y meritorio que se le dedique el libro John Scott. Viaje al mundo perdido de un sinfonista (Rosetta, 2019), que firma el experto en cine Christian Aguilera.

Para ser en verdad completo un estudio sobre un compositor de cine debe cubrir cuatro vertientes: la biográfica (la vida personal y profesional) la histórica (el contexto, el cine del momento, los directores, los requerimientos, las anécdotas...) la musical y finalmente la cinematográfica (el resultado, la película que se logra gracias a la participación del compositor) Salvo que el libro sea sobre musicología, y se aborden por tanto cuestiones musicales, esta vertiente no es imprescindible si el enfoque cubre solventemente los otros tres.

Aguilera arranca con dos maravillosos primeros capítulos que relatan la infancia, adolescencia y juventud de John Scott, en un relato que extrae de (o a partir de) una larga entrevista del compositor concedida al periodista John Burlingame. Un comienzo prometedor que genera expectativas que pronto quedarán frustradas: tras esta introducción no hay más información sobre su vida. Salvo referencias puntuales no hay nada, ni sobre su vida personal (si se casó o no, si formó familia) ni la profesional (cómo conoció a Jacques-Yves Cousteau, su relación con este y otros directores aparte de Theodore Kotcheff, etc) Y quien quiera saber lo que opina, siente o sufre sobre el proceso creativo de convertir en cine su música nada encontrará porque nada hay de eso. Por ejemplo, para saber por qué decidió instalarse en Hollywood hay que ir al final del libro, en su página 314, donde se encontrará una información escueta: para trabajar como director titular de la Hollywood Symphonic Orchestra (puesto que aún mantiene, lo que ni tan solo se indica)

Es poco comprensible que este vacío no se haya intentado solventar con una batería de preguntas al compositor, aún vivo, que permitiera a Aguilera hilvanar un relato mínimamente sólido, pues es evidente que cuanto mejor se conoce a la persona, más se conoce al compositor. Sea porque el autor del libro no ha querido o porque no ha podido el resultado se resiente mucho. Como referencia cercana, el magnífico libro sobre Georges Delerue, que firma Juan Ignacio Valenzuela, ofrece una radiografía de la vida y obra de Delerue paralelamente, retroalimentándose, y hace tanto la lectura como el aprendizaje mucho más interesante al incorporar el elemento humano, el pulso emocional y vital. Conocí personalmente a Scott en las dos ocasiones en las que acudió como invitado al extinto Festival de Música de Cine de Úbeda. Era muy locuaz y honesto al expresar sus alegrías y también sus frustraciones profesionales, algo que se corresponde con una realidad que este libro no expone. El vasto conocimiento de Valenzuela sobre Delerue (conocimiento leído pero también buscado y encontrado) le permite hilvanar un relato en el que la vida -a fin de cuentas, lo más importante- del compositor sirve de columna vertebral de la explicación de la evolución de su carrera profesional, con sinergias que enriquecen el conocimiento y entendimiento de sus obras. Nada de esto hay en el libro de Scott y eso impide una estructura similar. Aquí se agrupa su obra por géneros: el terror, el cine fantástico, la comedia, etc. Sin embargo no hay denominador común entre esas obras, o Aguilera no los encuentra, más allá del género. Musicalmente no hay relaciones significativas como en los western de Bernstein o Morricone, por ejemplo. Si los hubiera con Scott estarían plasmados en una introducción en cada uno de los bloques, pero no los hay, tampoco dentro de los textos y finalmente la poca entidad de la inmensa mayoría de las películas unido al vacío existencial referenciado, hace que la exploración por esos mundos de Scott resulte poco interesante y algo latosa.

La trayectoria profesional de Christian Aguilera es el ámbito del cine es probada y también sobrada, y amplio es su conocimiento sobre el Séptimo Arte. Eso se plasma en la mejor parte de este libro, que es todo lo que se refiere al contexto histórico, la segunda de las vertientes, que aborda de modo detallado y prolijo en todos y cada uno de los títulos. No hay mucho que se pueda comentar al respecto más que resaltar que haya tratado con respeto y ecuanimidad hasta los títulos más infumables en la carrera de Scott. No hay relato histórico que sea innecesario, por más irrelevantes que sean las películas, y por esa razón los aportes de Aguilera son bienvenidos y celebrados. Es obligado, eso sí, corregir un error absurdo que comete sobre el director francés Louis Malle, a quien cita y del que indica que la crítica especializada desconfía de su carácter de auteur hasta que filma Au revoir les enfants (87) (página 173) Desconozco en qué se basa para sustentar tal afirmación cuando Malle firmó antes de ese clásico obras como Ascenseur pour l'échafaud (58) Les amants (58) Zazie dans le métro (60) Le souffle au coeur (71) Lacombe Lucien (74) o Atlantic City (80), sobradamente reconocidas y aplaudidas por la crítica especializada, obras absolutamente autorales y distinguidas con, entre otros premios, cinco nominaciones al Oscar para el propio Malle. Al margen de esto, y sin cuestionar la validez y rigor de los textos dedicados al contexto histórico, hay que señalar que estos ocupan un porcentaje muy elevado, alrededor del 80% en relación a lo que se dedica a desarrollar y explicar la labor, dentro de las películas, de John Scott, que a la postre es lo que justifica la existencia de este libro. Así pues, tras una deficiente biografía y una muy minuciosa parte histórica queda por explorar qué se destaca de las vertientes musicales y cinematográficas del compositor británico.

(ir a la segunda parte aquí)

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