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EL SUEÑO EN BERLÍN

16/10/2021 | Por: Conrado Xalabarder
CRONICAS

Por Mario Pons Sansegundo

En octubre de 2018 acudí a Londres para ver un concierto que debía tener a John Williams como director de la London Symphony Orchestra en el Royal Albert Hall. Sin embargo, un problema de salud del maestro impidió que se presenciara, dejando a un servidor con una sensación agridulce tras el concierto, que finalmente se hizo sin él. Más adelante, durante la pandemia que a tanta gente ha afectado, se anunció que Williams dirigiría varios conciertos en el Berliner Philharmoniker, lugar donde el compositor quería mostrar sus grandes bandas sonoras, lo que él mismo admitió durante el concierto. Y yo, tras levantarme a las 9:00 a.m en un pueblo de España perdido de la mano de Dios (donde apenas había cobertura o Wi-Fi), estuve una larga hora intentando conseguir una simple entrada para poder ver a quién es mi compositor favorito desde que entré en este mundo, ya en una muy temprana infancia.

El jueves 14 de Octubre de 2021, en Berlínn y más concretamente en el Berliner Philharmoniker, pude presenciar al maestro en muy buena forma, lo que me alivió sobremanera. Y por segunda vez en mi vida -la primera siendo un breve concierto en Tanglewood, en el que pude intercambiar unas palabras a solas con el mismísimo compositor-, conseguí estar a unos metros de él mientras dirigía sus maravillosas y siempre alabadas obras para el cine. Antes del concierto tenía varias dudas: si finalmente el compositor llegaría o no a realizar el evento tras lo ocurrido en Londres, si podría dirigir las dos partes del concierto, si debía ir o no de etiqueta (evidentemente no! fui con una sudadera negra y una camiseta de John Williams...), etc. De todas maneras, todo salió redondo: John Williams acudió a Berlín y dirigió las dos partes del concierto, con hasta tres bises y levantado durante toda la programación, mostrando un gran carisma, un gran sentido del humor y lo más importante, una pasión por la música y sus obras alentadora.

Tras debatirme entre si comprar o no la programación del evento (3,50€!) y con una acogida por parte del personal del lugar muy encomiable, la orquesta salía a saludar para después, dar paso al gran protagonista de la velada: John Williams, de 89 años de edad, que caminaba lento pero firme y con una sonrisa que propició una ovación muy emotiva. Y para emotiva, la primera parte del concierto, que fue en lo personal una experiencia conmovedora: lloré entre cinco y seis veces, no a moco tendido y no por la música, sino por poder ver al maestro y ser consciente de la edad que tenía y que por desgracia esa podía ser la última vez que lo viera, aunque muy en el fondo ya estoy planeando ir a Milán en verano de 2022 si el compositor realiza el evento.

Al contrario que mi gran sensibilidad, el programa inició con una ampulosa pieza llena de energía y optimismo: Olympic Fanfare and Theme, de casi cinco minutos de duración y con una acústica y potencia espectaculares. La soberbia pieza, con gran protagonismo en la sección de los instrumentos de viento metal, fue una de las partes más alabadas de esta primera mitad de la velada y además, si no voy muy errado, era una pieza poco tocada en los conciertos del maestro por lo que probablemente fue una sorpresa para muchos de los aficionados. El concierto no podía empezar mejor.

El evento continuó con una extensa pieza de Close Encounters of the Third Kind (77), de inicio tétrico y misterioso, con una destacada sección de cuerdas y finalizando con un despliegue orquestal muy emotivo, de gran belleza pero que sin embargo, no tuvo una tan cálida acogida en cuanto a ovación se refiere. Y es que gracias a una observación de Gorka Oteiza, con quién tuve el placer de compartir unos momentos durante la noche, me enteré que el público no parecía estar muy entusiasmado con el concierto, probablemente debido a que la mayor parte de los asistentes eran ya habituales de la filarmónica y no aficionados de la música de cine o al propio John Williams.

Al finalizar la segunda pieza del concierto, el compositor cogió un micrófono y se giró para compartir unas palabras en las que destacó la belleza de Berlín y la ausencia de coches, algo totalmente contrario a lo que estaba acostumbrado a ver en Los Ángeles. Indicó también que pasear por los parques o las limpias calles de Berlín y ver a familias tan unidas y felices, le había hecho reflexionar sobre el importante pasado del país, su vívido presente y el muy probable gran futuro que les espera a los ciudadanos de Berlín. Tras ello, analizó su próxima pieza, explicando el significado que tenían en la película varios de los temas que escucharíamos en la suite que estábamos a punto de presenciar: Far and Away (92), banda sonora a reivindicar y con poca popularidad en los conciertos realizados por el maestro. También destacó la influencia celta de la partitura al igual que los instrumentos protagonistas de las distintas secciones de la suite, como los violoncellos y los contrabajos, que tendrían gran presencia en uno de los momentos más bombásticos de la pieza. La suite fue espectacular: conmovedora, épica, vibrante y con una acústica impresionante. Otra de las sorpresas del concierto, junto a la fanfarria olímpica.

Para la próxima parte del concierto, Williams había escogido tres piezas de la saga Harry Potter, nombre que al salir de su boca causó una gran ovación y muchísimos aplausos. No es algo extraño ver tal recepción por parte del público, algo que él mismo indicó que no fue hasta el momento de participar musicalmente en la saga que supo de la importancia de la franquicia en el mundo entero. Los libros habían sido traducidos a 64 idiomas en aquél entonces, dato que hizo estallar el buen sentido del humor del compositor, pues él mismo aclaraba que no conocía tal cantidad de idiomas. Tras destacar que Harry Potter era la exportación británica más grande de la historia tras los Beatles y con una reflexión sobre la saga, el compositor explicó sobre qué trataba cada tema, dando énfasis en que la pieza Harry's Wondrous World era un tema central que había sido creado para el niño protagonista y sus amigos, Hedwig's Theme para el mundo mágico de la saga y Nimbus 2000 para un ítem mágico que Harry usa en el deporte del Quidditch: a destacar cómo Williams decía de la Nimbus que era un stick (oséase, un palo).

Hasta trece minutos fueron dedicados a la obra del mago más popular del mundo, con dos piezas que en lo personal me maravillan y que sin embargo encontré de las más fallidas de toda la velada. No obstante fue algo muy subjetivo, pues el tempo de la pieza me pareció demasiado ágil y noté como propiciaba a que se diera más caos en la orquesta, algo que dudo fuera deliberado pero que probablemente estaba hecho para reducir la duración de los temas en el concierto. Hay que recalcar lo original de la pieza Nimbus 2000, que a falta de confirmación es una partitura creada para concierto y que nunca había escuchado ni en la película ni en los CD: era una pieza creada para dar protagonismo sobre todo a instrumentos de viento madera como el oboe o los fagots, con una importancia sonora en las lengüetas de los mismos.

Como conclusión de la primera parte, John Williams dirigió el que en mi opinión fue uno de los mayores aciertos del concierto y de esta primera mitad: el tema principal de Jurassic Park (93), saga con la que el maestro bromeaba pues ya habían demasiadas películas (ni recordaba si habían tres o cuatro, cuando en realidad ya van a por la sexta) y que comparaba con Indiana Jones, saga con un gran protagonismo musical en la segunda parte del concierto. Antes de empezar a dirigir la orquesta, explicó en qué parte de la primera película se utilizaba el tema principal de la franquicia, lo que arrancó algunos aplausos del público. Fue un final de primera parte espectacular, épico, glorioso, ampuloso y muy conmovedor: la pieza que hizo que llorara por última vez durante el concierto.

Tras una pausa de aproximadamente veinte minutos en la que asimilaba lo que acababa de presenciar, Williams tomó la batuta sin decir siquiera una palabra y la orquesta inició una bombástica fanfarria que absolutamente todo el Planeta conoce: el tema para superhéroes más popular del mundo, Superman March. La potencia de la sección de los instrumentos de viento metal fue increíble y como ocurría con el tema de las olimpiadas, el público estalló en una gran ovación, si bien es cierto que más de la mitad de los asistentes no hacían ni el esfuerzo de levantarse, algo de lo que tomé más consciencia durante esa segunda parte. No obstante, era difícil ver a alguien quieto mientras sonaba la marcha del superhéroe, pues mucha gente movía la cabeza al son de la pieza.

En una estructura similar a la habida con Harry Potter, John Williams presentaba las siguientes tres piezas para la mítica saga de Indiana Jones, explicando varias cosas interesantes acerca de la franquicia. Para empezar, realizaba una broma similar a la expuesta cuando hablaba de Jurassic Park, con la sorpresa de que hubieran tantas películas para Harrison Ford y más aún con su actual edad. También indicó que en cuanto volviera a Estados Unidos, empezaría a trabajar en la música de la quinta entrega de las aventuras del popular arqueólogo, lo que suscitó los aplausos del público. Pero de esas reflexiones antes de que comenzara a dirigir la orquesta, me quedo con dos momentos estelares: el primero muy jocoso y el segundo, muy interesante, pues dejaba ver alguna queja de Williams hacia la competición sonora entre música y efectos de sonido. Ambos momentos tenían que ver con el Scherzo for Motorcycicle and Orchestra.

Ante esta obra y ante la explicación simple de que es un scherzo, sacaba su lado más humorístico insistiendo en que como todos podíamos ver, no había motocicleta en el escenario, algo que sonsacó las sonrisas y carcajadas de muchos de los asistentes. Y tras este primer momento, Williams se centraba en destacar cómo de mal y sorprendido se sintió la primera vez que vio la película y descubrió que su querida pieza no podía competir contra los efectos de sonido de la escena correspondiente, por lo que si alguna vez tenía la oportunidad de mostrar esta pieza sin esa competición sonora, no desaprovecharía la ocasión. Y así es: el compositor ha presentado ya varias veces su popular scherzo en concierto y en el de Berlín no podía ser menos.

Con gran delicadeza y mucha sensibilidad seguiría con Marion's Theme, el tema de amor de la primera película de Indiana Jones para después finalizar el bloque del arqueólogo con la ya gran reconocida marcha de Indiana Jones, que volvió a hacer que los asistentes exteriorizaran su ritmo musical interno y acompañaran la percusión de la pieza con sus piernas o el movimiento de sus cabezas. Cuando el personaje de Harrison Ford dejó de ser protagonista musical, el relevo lo tomó Bruno Delepelaire y su violoncello, instrumento por el que John Williams siente gran admiración, admitiendo que es uno de sus favoritos en toda la orquesta por su capacidad de evocar sensibilidad y dramatismo a todo lo que acompaña.

Seis minutos fueron dedicados a la Elegy for Violoncello and Orchestra, con una gran sinergía entre director de orquesta y solista de cello. El final de esta delicada y emotiva pieza hizo que casi todo el público se alzara para aplaudir a ambos protagonistas y también a la orquesta. El chelista Bruno demostró una gran pasión por la elegía, que Williams presentó antes de que ésta iniciara, explicando también el profundo significado de la palabra Elegy.

Tras el enternecedor momento de la velada, llegaba el ya mítico, popular y habitual bloque de Star Wars: un bloque que causa amor e indignación a partes iguales, pues aunque son músicas grandiosas y nostálgicas, son demasiado frecuentes y protagonistas en toda la programación de los conciertos de John Williams, no dejando que otras de sus obras olvidadas y gemas perdidas tomen presencia en los eventos. Comprendiendo esas críticas y deseando también que algunas bandas sonoras del maestro tengan lugar en futuras programaciones, no hay que negar que en ocasiones, son necesarias, pues en este bloque el compositor tuvo la mayor ovación de todas y los rostros de absolutamente todos los asistentes mejoraron considerablemente. Porque creedme: ver a John Williams dirigir Star Wars no tiene precio. Para este bloque, el compositor ni siquiera presentó ni dio explicaciones sobre la franquicia: simplemente dijo el nombre de las tres piezas que contenían esta parte y comenzó con la fiesta.

Inició con el tema para The Adventures of Han (en lo personal, me faltó que el compositor mencionara que había escrito solo el tema principal para la película Solo: A Star Wars Story (18), tema que después elaboraría John Powell para dar coherencia a todo el filme), de nuevo con gran protagonismo en la sección de viento metal y percusión. Después, continuó con Yoda's Theme, un momento maravilloso que todos agradecieron después de la bombástica pieza anterior y con gran protagonismo de la sección de cuerdas y el arpa, que sonó extremadamente bien durante todo el concierto. El compositor finalizó el bloque de manera magistral con una de las piezas más grandilocuentes, ampulosas, emotivas y nostálgicas de toda su filmografía: Throne Room and End Titles, que acompaña el final de la primera película de Star Wars, algo que sí dejó claro antes de empezar la parte galáctica. Esa conclusión fue admirada por todo el público, logrando que, esta vez sí, todos se levantaran para alabar al maestro en una segunda parte estructurada de manera que ni el público más acostumbrado a la filarmónica y no al compositor, pidieran aún más.

Por supuesto, tanta ovación y tanto agradecimiento hacia John Williams no era necesaria para que el propio compositor, tras una velada tan especial como aquella, decidiera realizar hasta ¡tres bises!, todos ellos también típicos y conocidos sobremanera pero realmente, necesarios y muy efectivos. El primero fue protagonizado por el impresionante personaje al que daba vida la fallecida actriz Carrie Fisher: Princess Leia's Theme, que ofreció un fabuloso protagonismo a la sección de instrumentos de viento madera y cuerdas, en una magistral interpretación de lo que originariamente era un tema romántico. Y es que así lo admitió el propio John Williams antes del bis: él escribió un tema de amor para Luke y Leia en la primera película, pues obviamente ni George Lucas ni el compositor sabían que habría una o diez películas más sobre la franquicia. Y el Maestro así insistía, bromeando: Le mostré la música a George Lucas y no me dijo absolutamente nada, refiriéndose al cariz romántico que claramente ofrece la partitura. A continuación, sin ninguna palabra que predeciera la siguiente pieza, Flying Theme de E.T the Extraterrestrial (82) comenzó a sonar en el interior del Berliner Philharmoniker. Y sinceramente, no hacía ni falta que esa pieza se presentara: ni el compositor lo consideró necesario ni el público lo necesitaba. El disfrute fue máximo y la emotividad de la grandiosa pieza se palpaba en la sala: solo hacía falta ver las sonrisas de los asistentes del concierto.

Pero no fue hasta que Williams alzara la batuta y la orquesta comenzara a interpretar la imponente, grandilocuente, mastodóntica y brutalmente conocida The Imperial March, que el público se dio cuenta de que ese era el final de la velada. Tan asombroso es ver a Williams dirigir la marcha que hasta al público se le escapó algunos aplausos durante los cinco segundos. Increíble sección de percusión, por cierto. La acústica del lugar y la magnífica (insisto, magnífica) interpretación de la orquesta influyeron sobremanera en la impresionante ovación final del evento, un evento que quedará en mi memoria.

Ante todo he intentado ser objetivo con esta crónica, pues sabía que mi amor absoluto por John Williams haría que todos mis comentarios fueran a favor del evento. Sin embargo, lo cierto es que fue una experiencia irrepetible: ver a John Williams, orgulloso de sus temas y las anécdotas que tenía que contar no tiene precio. Casi más de veinte años viendo entrevistas y conociendo un poco al compositor por su música y aún así, su sentido del humor y su cercanía hacia el público me sorprendió: una faceta que poco conocía de su persona. Me gustaría destacar también que el compositor tiene ya casi 90 años y aún así se mantuvo todo el concierto con energía, tanta como para salir y entrar del escenario unas seis veces y dirigir toda la orquesta de una manera soberbia. Además de eso, curioso y agradable fue el que realizara algún que otro discurso, aderezado de breves comentarios hacia su obra e incluso con algo de interactividad con la audiencia, preguntando quién era el padre de Indiana Jones en la tercera película del arqueólogo, pues no recordaba el nombre del actor Sean Connery, algo que conmovió a muchos, incluyéndome a mi. Coincidir con el maestro ya es algo que pude cumplir, dirigiéndome a Tanglewood con unas expectativas inferiores a las que obtuve, pues pude hablar y darle la mano a solas pero ver a John Williams dirigir un concierto entero con una orquesta tan espectacular como aquella es otro sueño que se ha hecho realidad: el sueño en Berlín. ¡John Williams, por muchos años más y por muchos conciertos en Europa!

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