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EL TIEMPO DE DAVE GRUSIN

25/04/2023 | Por: Conrado Xalabarder
CRONICAS

La red de televisión pública de Estados Unidos Public Broadcasting Service (PBS) ha incluido en abierto el documental Dave Grusin: Not Enough Time (Barbara Bentree, 2021), que estará disponible hasta el 04/07/24. Lo hemos podido ver y comentamos nuestras impresiones.

Lo tenéis aquí:

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"Lo que me impacta de una película y desencadena cualquier clase de idea no es en absoluto sobre de qué va el argumento, o al menos tiene poco que ver, sino cómo es su aspecto".

"No puedes imaginar cuántas opiniones hay en un equipo de gente trabajando en una película sobre lo que debería ser la música, así que acabo escuchándome a mí mismo: quiero escribir una buena música, una que me guste".

Estas declaraciones de Dave Grusin -lo primero que dice en este documental- deja claro cuál es su postura y esta es que no es un compositor de cine sino un compositor que hace música para el cine, lo que no es exactamente lo mismo: los primeros son los cineastas, los que crean narrativa, dinámicas, interacciones no solo emocionales sino también explicativas (los Herrmann, Williams, Goldsmith...), que suponen a veces tener que renunciar al la música que me guste para favorecer la música que necesita la película.

Los segundos (los Grusin, Schifrin, Mancini...) son más dérmicos, por supuesto también creadores de la dramaturgia que inevitablemente surge de la unión de la música con personaje, escenas, acciones, imágenes, diálogos, etc. Pero Grusin, como él mismo indica, no siente el cine como cineasta sino como músico, lo que no es en absoluto un demérito. Su obra en el cine muestra y demuestra esos principios.

El póster de este documental induce a cierto error, pues le muestra en posición de director de orquesta frente a carteles de varias de sus películas, pero sucede que aunque su labor en el cine tiene satisfactoria presencia en este documental es bastante inferior respecto a su música fuera del cine. No debería generar frustración porque se incide en el inmenso alcance de su aportación a la música norteamericana a través de sus creaciones, grabaciones, producciones, conciertos, y sobre todo lo conseguido con su sello discográfico GRP, al que el se dedica un muy importante espacio.

Aunque como en tantos otros documentales también cae en las cansinas e innecesarias redes del elogio non stop por parte de los entrevistados -un peaje por el que hay que pasar para hacerlo más emocional y accesible- en su esencia es un recorrido magnífico, hermoso y clarificador sobre Grusin y su mundo. Cita a su padre, huido de Letonia por el progromo, como su mayor influencia: de profesión relojero y violinista de afición, apendió de él el amor por la precisión. Su madre tocaba muy bien el piano y él fue instruido en el instrumento, pero la música no era mi interés principal durante mi adolescencia, indica. Lo que al joven Grusin le atraía era la vida en los ranchos, con ganado, y quería ser veterinario, pero tres semanas antes de empezar sus estudios sintió un súbito golpe de mala conciencia pensando que decepcionaba el enorme esfuerzo que habían puesto sus padres por inculcarle el amor por la música, así que decidió dejar la veterinaría y lanzarse a probar suerte como músico. Para suerte de generaciones de amantes de la música. A partir de aquí el documental coge vuelo y se suceden muy interesantes aportaciones del compositor y de colegas y amigos como, entre muchos otros, Quincy Jones, el saxofonista Ernie Watts, los guitarristas Dori Caymmi y Lee Ritenour, el bajista Marcus Miller, el pianista David Benoit, los letristas Alan y Marilyn Bergman, así como varios de sus hijos

De lo relacionado con el audiovisual es destacable lo que comenta sobre la música para la televisión, medio en el que comenzó antes que en el cine: Lo único que los productores realmente querían conseguir con la música de televisión era que la gente dejara lo que estuvieran haciendo y fueran a ver el show. Así que si haces un buen tema que guste y lo empleas de modo regular quizás el show se convierta en éxito. Asimismo recuerda el proceso de arreglar las canciones de Simon & Garfunkle para The Graduate (67) y sobre Sydney Pollack, uno de sus mejores amigos, explica que: amaba la música, estaba loco por ella, hasta el punto que le preocupaba que le gustara demasiado incluso aunque no funcionara en la película. Cuenta que en Three Days of the Condor (75) Pollack le expresó su preocupación pues en una preview la gente seguía el ritmo de la música de los créditos iniciales y no quería que se sintieran a gusto, a lo que Grusin le replicó: bueno, quizás deban sentirse a gusto porque luego lo van a pasar mal.

Respecto a On Golden Pond (81) dice que fue una película que equivocadamente creyó había sido propuesta antes a Henry Mancini y a Burt Bacharach y así se lo preguntó a su agente (en esos tiempos funcionaba así, no era un problema de autoestima, simplemente quería saber qué dirección buscaban de la música), y de ella celebró haber tenido tanto espacio para la música, sin tener que coexistir con diálogos. Explica también cómo en el último momento, al haber fallado otros compositores, creó la canción It Might Be You para Tootsie (82) o su ausencia en la ceremonia de los Oscar el año de The Milagro Beanfield War (88), pues tras varias derrotas estaba absolutamente convencido que no le darían el premio por esta película. Se mencionan asimismo su prodigiosa banda sonora para The Fabulous Baker Boys (89) y el virtuosismo de un único piano, tocado (y golpeado), en la música de The Front (93).

Las aquí expuestas conforman el grueso de las referencias a la labor en el cine de Grusin en el documental. Hay algunas más, pero en su conjunto no son suficientes: se podía y seguramente debía haber abordado más extensamente su vínculo con Sydney Pollack o alguna referencia a títulos emblemáticos como The Heart Is a Lonely Hunter (68) Heaven Can Wait (78) o The Goonies (85), pero esta es naturalmente una valoración subjetiva e interesada: todos aquellos que amen su música extracinematográfica quedarán muy satisfechos y, lo más importante de todo, quienes no conozcan a Dave Grusin encontrarán en este documental un recorrido muy notable por el espacio y el tiempo en el que el compositor de Colorado ha dado al mundo enormes cantidades de música que no conoce de espacios ni de tiempos. Tal es el alcance de su legado.

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