La muerte de Ennio Morricone plantea qué compositor buscará el director Giuseppe Tornatore para sus próximos proyectos, ya que siempre ha trabajado codo a codo con él. Es una mera especulación, pero yo me decanto por Nicola Piovani, muy amigo de ambos. Dudo que Andrea Morricone le suceda en el cargo. Lo cierto es que Andrea, a pesar de la inmensa relevancia de su apellido, no ha encontrado un sitio significativo en el cine y su vida profesional como compositor de cine ha quedado completamente eclipsada por la sombra de su padre. Es su caso pero es también el de otros hijos de compositores célebres cuyas trayectorias o no despegaron o si lo hicieron no pasaron de ser con títulos de segunda o peor categoría, y en todo caso nunca llegaron a ser ni mínimamente igualados a sus progenitores.
A Morricone hijo al menos se le da el crédito de ser el autor de un bellísimo tema de Nuovo Cinema Paradiso (89), si bien ese fue el punto más álgido de su carrera, ¡y de ello hace ya 31 años! Poco de prestigio puede encontrarse en las trayectorias largas de Peter Bernstein o de Joel Goldsmith, buenos músicos condenados a no poder firmar nada que se acerque siquiera remotamente a lo hecho y alcanzado por sus padres. El hijo de Goldsmith murió en 2012 y Peter Bernstein lleva más de diez años sin trabajar en el cine ni en la televisión. ¿Hubieran tenido mejores carreras de llevar apellidos distintos? Es probable, pues en verdad no hay otra explicación dado que el ser hijo de enormes talentos debería ayudarles y no obstruirles. Pero lo cierto es que Morricone, Bernstein y Goldsmith son apellidos que he han doblado en el medio audiovisual con opuestos resultados: mucho éxito y prestigio unos y mediocre carrera e invisibilidad los otros.
La excepción que rápidamente viene a la mente es la de Thomas Newman, hijo del enorme Alfred, pero esta excepción tiene algo de trampa: Thomas Newman empieza a trabajar en el cine a mediados de los años ochenta, casi quince años después de la muerte de su padre, y tres lustros en Hollywood es mucho tiempo, tanto como para que la sombra de Alfred Newman se haya diluido. ¿Su carrera sería igual de estar su padre vivo? No lo podemos saber, pero lo cierto es que hay alguien que sí parece haber quedado tocado por esta maldición: David Newman, hermano de Thomas, completamente a la sombra de este y sin haber gozado de demasiadas oportunidades a la altura de su reconocible talento. El primo de Thomas y David, Joey Newman, es joven y trabaja mucho en televisión, pero no ha salido de la zona oscura. También es muy joven Neil Patrick Doyle, que ha heredado parte del talento de su padre pero sigue sin encontrar una oportunidad. Está por ver si lo logrará o será uno más de los condenados por llevar un apellido supremo.
En este maleficio no entran Kyle Eastwood, Cody Carpenter, Zoë Poledouris, Joseph Williams o por supuesto Jean-Michel Jarre, bien porque sus padres, aunque músicos, no son compositores con trayectoria como tales (Eastwood y Carpenter) o bien -como sucede con todos- porque el grueso de sus carreras está fuera del cine, al que han acudido en contadas ocasiones. Parece ser que moverse por territorios diferentes es la forma de conseguir hacerse con un apellido propio, aunque sea el mismo.
Pero sí hay una rotunda excepción, la de un hijo que superó con creces en éxito al padre, estando este en vida y en activo. Y esa rotunda excepción la tenemos precisamente en nuestro país: Augusto Algueró, hijo de Augusto Algueró, nombres y apellidos idénticos con el hijo llegando mucho más lejos que el padre. Son la excepción que confirma una extraña regla que no acaba de tener una justificación clara.