Crónica de Sara Villegas.
Pasadas las 20:30 horas en el Teatro Leal de La Laguna, Diego Navarro se dirigió a la audiencia, que ocupaba unas tres cuartas partes del aforo, para darles la bienvenida, hablar de las excelencias del festival y presentar a Jean-Michel Bernard, quien, sin muchos prolegómenos y vestido de manera informal, comenzó su recital interpretando los distintos temas que iba presentando con unas breves palabras.
El programa fue modificado a última hora y algunos temas se cambiaron por otros, pero no desdibujaron la esencia del concierto. Comenzó con Giù la Testa (71) de Morricone seguido de dos temas de su propia cosecha: Ange et Gabrielle (15) y La Rafle (10) para abordar a Williams, sin solución de continuidad, con Schindler's List (93) Jurassic Park (93) y E.T. The Extra-Terrestrial (82) y con algún interludio de Lawrence of Arabia (62) que le salió de la manera mas natural posible sin que muchos se dieran ni cuenta. El compositor francés tiene una técnica destacable, con facilidad pasmosa para salir y entrar de los temas con variaciones armónicas o cambios de tonalidad que en numerosas ocasiones enlaza a través de acordes y notas que marcan otros temas. Si no se está muy puesto pasan desapercibidos pero para el conocedor es una delicia disfrutar cómo el galo, a modo de divertimento, hace lo que quiere con sus manos.
Y todo ello en clave jazzística, en ocasiones impresionista, pero siempre aportando su estilo versátil al espíritu de las obras que interpretaba. El tema de Silvestri de Forrest Gump (94) fue el mejor ejemplo de cómo en una melodía sencilla cabían canciones y temas de cualquier época.
Tras interpretar la obra de Diego Navarro, Oscar. Una pasión surrealista (08), donde quizás se mostró mas serio y menos dado a las florituras, tal vez porque estaba el compositor tinerfeño entre bastidores, acometió la interpretación de otros dos temas suyos donde estuvo acompañado por su esposa, Kimiko Ono, que prestó su voz. En este momento, la que reseña no se atreve a valorar si el aporte de la artista de origen japonés suma o resta, pues a mi entender sus carencias en octavas la suple con emotividad, es una voz grave, plana, pero al mismo tiempo sensual y algo hipnótica, una especie de Lili Marlene a la nipona, que supongo que para el estilo en que compone las canciones su marido esa voz le va perfecta. En definitiva, no es una cantante al uso, y supongo que ahí está su valor añadido.
A partir de aquí, Jean Michel Bernard tomó contacto con su admirado Lalo Schifrin, donde se le notaba más cómodo tocando y no porque lo demás fuera más complicado para él sino porque se nota que el jazz es parte de su esencia: That Night (92) Mannix (67) Cool Hand Luke (67) Tango (99) o Mission: Impossible (66) fueron su particular homenaje al músico argentino. Y en medio de esa fiesta gaucha tuvo un primer contacto con Chopin, con su fantasía Impromtu, donde se vislumbraba a todas luces las horas de piano del galo, magnífico. Mas adelante interpretó Play Piano Play, de Errol Garner, y una terna de temas de Ray Charles, todo en clave jazzística, por supuesto. Acometió posteriormente un tema de Morricone, Le clan des sicilien (69), para continuar con la interpretación mas interesante de la noche, la pieza de The Pink Panther (63) y es que la ejecutó de tres maneras distintas, cambiando cadencias, tonalidades y armonías, de manera que nos mostraba en un instante las posibilidades emotivas que puede tener un solo tema enlazando distintos acodes, ahí sacó a relucir su capacidad educativa.
Ya en el tramo final dio pasó nuevamente a su esposa con la colaboración de una terna formada por Star Trek, Moon River y Rocket Man, de nuevo peculiares las interpretaciones, pero sin duda la mejor ejecución de la noche la dejó para la coda, un fragmento de Scherzo nº 2 de Chopin en el que demostró su técnica y virtuosismo, en un piano que reverberaba magnífico en todo el teatro, esta vez libre de cualquier añadido de su cosecha y es que los clásicos son los clásicos. Tras los aplausos finales mantenidos regaló un bis, una especie de ragtime de título desconocido para mí, que como la anterior pieza mostraba unas manos veloces y ligeras como plumas. En definitiva, un buen concierto inaugural para FIMUCITÉ, elegante y al mismo tiempo informal: cine, jazz y Chopin. 10 euros muy bien pagados.