El trabajo de un compositor de cine es de una constante derrota (...) así que si te preocupa mucho, no puedes hacer música de cine (Joe Hisaishi)
Compartimos una entrevista de 117 minutos de Yuko Shiomaki al compositor Joe Hisaishi, publicada en 2021. Es una muy extensa conversación que por su contenido no podemos resumir, pero que os animamos a ver con calma, pues tiene muchísimo interés. Sustancialmente gira en torno a su experiencia con la música y el cine (de animación. Sus trabajos con Takeshi Kitano, por ejemplo, no entran en la entrevista), y de lo que más se habla es de su cine con Hayao Miyazaki. Hay otra vertiente en la magnífica entrevista, que consideramos muy afortunada por inusual, y es la de hablar del cine que se puede hacer con la música. Es decir, del compositor como cineasta. Bastantes de sus reflexiones merecen ser comentadas en detalle, con ejemplos de películas, y así lo haremos en futuros artículos.
Hisaishi habla, por ejemplo, del punto de vista desde el que ubica la música: si es la perspectiva del personaje o la de quien contempla, la audiencia. Él comenta que en el cine de Miyazaki siempre ha intentado contar la historia desde una perspectiva ajena a los personajes, aunque en alguna película ha aceptado hacerlo desde los personajes. Explica también la gran importancia que tiene, para él, distinguir lo que es la música diegética frente a la que no lo es, y saber utilizar con tacto e inteligencia la no diegética por su carácter abstracto, irreal y ficcionador.
Propone tres métodos de crear música para el cine: el primero sería en base a temas claros y entendibles para personajes (tipo el tema de Darth Vader), el segundo sería que esos temas no pertenezcan a personajes sino a la película, a lo que representa, lo que él llama (y opino que erróneamente) un personaje más en la película, como por ejemplo el tema principal de The Third Man (49), que no representa nada en concreto pero que aporta algo muy significativo al filme. Creo -y es una consideración personal- que es muy interesante, da para desarrollarlo en profundidad, pero eso no convierte a esa música en un personaje de la película, salvo claro que a través de ella se presencie un personaje con las características propias de un personaje. Pero ya lo abordaré en un artículo, con argumentos y ejemplos. Finalmente, para Hisaishi el tercer método es el más moderno, el que no permite diferenciar sonidos y música, lo que no considera negativo.
Es fantástico lo que comenta sobre los créditos finales, ese espacio donde, según él, el compositor vuela libre por no tener que competir ni con sonido ni con diálogos... pero que nadie ve porque al llegar la gente se levanta y sale del cine o, lo que es peor, los cortan en televisión. Es algo que le irrita sobremanera, pues según comenta en Japón existe la costumbre de no levantarse hasta que terminan los créditos de la película.
También habla de lo diferente que es la música en la película (donde la labor ha de ser 100% útil) y los arreglos que se hacen para el CD o para conciertos, que son ámbitos diferentes. De todos modos, a Hisaishi no le gusta escuchar su música, y le importa bien poco que la gente la escuche: Mucha gente me dice "¡escucho la música de Totoro!", y entonces pienso "me da igual si la escuchas o no", pero les sonrío y doy las gracias. Pero no me importa.
Comenta que a los directores japoneses no les gusta que se empleen instrumentos japoneses, lo que explicaría lo occidentales que suenan tantas bandas sonoras niponas. Respecto a la declaración que encabeza este artículo, el del compositor y la derrota, Hisaishi se refiere a la competición sonora, a la obligada convivencia de la música con los demás elementos sonoros: diálogos, sonidos naturales, sonidos artificiales... forma parte del proceso de construcción de una película y lo que considera una derrota como compositor debería verlo como algo positivo como cineasta.
Otra frase contundente, y tantas veces escuchada en boca de los más grandes: antes, la música la hacían profesionales; hoy, estudiantes que forman una banda. Lo dice con cierto desánimo, aunque remonta en la parte final de la entrevista donde, casi existencialista, explica que en 100 años las actitudes serán las mismas que hace 100 años, que nada cambia aunque todo se transforme.
Aquí la entrevista completa: