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LOS CONVULSOS 60 (II): PASIÓN POR HERRMANN

04/04/2019 | Por: Conrado Xalabarder
HISTORIA

Capítulo anterior: Los convulsos 60 (I): El crepúsculo de los dioses

Durante la década de los años sesenta, Bernard Herrmann pudo seguir su carrera con suficiente comodidad junto con Alfred Hitchcock. El punto más álgido que ambos alcanzaron vino de la mano de Psycho (60), descomunal éxito que ha pasado a las antologías como uno de los mejores referentes del arte cinematográfico. Hitchcock omitió por completo la existencia de música en The Birds (63), emplazando a Herrmann al cargo de asesor de sonido. Habiendo técnicos capacitados para coordinar esos ruidos que deseaba, es extraño que delegase esa responsabilidad en Herrmann, y mucho más que éste la asumiera. Sí hubo música en Marnie (64), pero la consecuencia fue un claro desequilibrio en favor del compositor. Según se observó en su momento, la película adoleció de numerosos defectos, inhabituales en quien había dirigido Psycho, mientras que Herrmann mantuvo su alto nivel, escribiendo una amplia y completa partitura. Fue la última película en la que compartieron créditos puesto que en la siguiente, Torn Curtain (66) el director rechazaría su música, ambos se enzarzarían en una amaga pelea y rompieron: Herrmann pronto se marcharía de Estados Unidos.

En Francia inició una breve colaboración con filmes de François Truffaut, pero la relación con el director francés no fue precisamente fácil. Truffaut dirigió la adaptación de la novela de Ray Bradbury Fahrenheit 451 (66) y recurrió a Herrmann para intentar aproximarse estilísticamente a una música del Siglo XXI. Sin embargo, Herrmann fue, musical y personalmente, demasiado Herrmann para el gusto del realizador, lo que produjo algunas tensiones, tal era el carácter fuerte y poco razonable del compositor. Los problemas entre realizador y músico se multiplicaron en La mariée était en noir (67), segunda y última ocasión en que trabajaron juntos. La película versa sobre los distintos asesinatos que una mujer, Jeanne Moreau, comete en venganza por la muerte de su marido día de su boda. Herrmann consideró que esa historia era ideal:

El proceso musical fue el de entrar en la psicótica mentalidad de una mujer solo motivada por vengar una muerte [CD «Bernard Herrmann Film Scores: from ‘Citizen Kane’ to ‘Taxi Driver’» (Milán)]

Sin embargo se vio condicionado por el uso diegético que se hizo del “Concierto de Mandolinas” de Antonio Vivaldi, destinado a acompasar los crímenes. Mayor suerte tuvo en un modesto filme británico de bajo presupuesto titulado Twisted Nerve (69), en el que pudo volver a las formas que tan bien le habían funcionado en épocas pasadas. Ciertamente sería el principio de un tramo final de su carrera que, de todos modos, aún daría coletazos de genialidad en la siguiente década.

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