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LOS CONVULSOS 60 (VI): REPÓQUER DE ASES EN EE UU

13/08/2019 | Por: Conrado Xalabarder
HISTORIA

Capítulo anterior: Los convulsos 60 (V): Jerry Goldsmith, pasión abierta

Los sesenta fueron buenos tiempos para otros compositores que, o bien empezaron a trabajar en el cine, o bien encontraron en estos años películas con los que lograrían cosechar los mayores aplausos de sus carreras. Uno fue Ernest Gold, músico de origen austríaco que había huido del nazismo y se instaló en los cuarenta en Estados Unidos, trabajando mayoritariamente para la United Artists. Vinculado a la filmografía de Stanley Kramer, escribió partituras notorias en filmes como On the Beach (59), pesimista visión del futuro devastado por la guerra nuclear en la que, lejos de hacer un retrato de la angustia y el horror, escribió música casi bucólica, Judgment at Nuremberg (61) y en las divertidas partituras de It’s a Mad, Mad, Mad, Mad World (63) y The Secret of Santa Vittoria (69). Pero el título por el que sería más recordado fue el filme de Otto Preminger Exodus (60), cuyo tema principal hebraico fue mundialmente conocido.

El berlinés André Previn, niño prodigio y compositor precoz, con tan solo veinte años entró en plantilla de la MGM y durante los cincuenta se responsabilizó de varios musicales. En la nueva década pudo abordar un trabajo más personal, especialmente en Elmer Gantry (60), o en comedias de Billy Wilder como Irma la Douce (63) o The Fortunee Cookie (66), de gran versatilidad, como la que tuvo el compositor de origen argentino Lalo Schifrin, cuyo tema principal para la serie televisiva Mission Impossible (66) haría historia. Empezó en el cine en los sesenta, y en este período destacó por creaciones como las de The Cincinnati Kid (65) Cool Hand Luke (67) o la célebre Bullitt, (68), con un pegadizo y rítmico tema principal que alcanzó enorme popularidad. Otro título recordable en esta etapa fue estilísticamente opuesto: The Fox (68), adaptación de una obra de D.H. Lawrence sobre las relaciones sentimentales entre dos mujeres, interrumpidas ante la llegada de un atractivo hombre.

Jerry Fielding, por su parte, había comenzado su carrera a principios de los cincuenta, pero fue perseguido durante la caza de brujas y se vio forzado a trabajar durante casi diez años en Las Vegas. Finalmente pudo volver a Los Ángeles, donde fue empleado algunas series televisivas, hasta que debutó en el cine con la película de Otto Preminger en Advise & Consent (62). En los sucesivos años solo pudo componer para infames largometrajes hasta que su gran oportunidad le llegó cuando Sam Peckinpah le pidió música vibrante y enérgica para el western The Wild Bunch (69) y así lo hizo, encontrando a partir de ese momento –ya en la siguiente década- mejores posibilidades para canalizar su compleja personalidad. Al menos tuvo la posibilidad de remontar su bache profesional, oportunidad de que no dispuso Laurence Rosenthal quien, a pesar de escribir un trabajo que fue muy aplaudido para el drama The Miracle Worker (62), no llegó a consolidarse en el medio. Volvió a tener cierto reconocimiento con su drama medieval Becket (64), aunque posteriormente se vería obligado a desarrollar su carrera en el medio televisivo.

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