Diálogos, sonidos naturales, sonidos artificiales y música comparten un mismo espacio en la película, el que se destina a lo auditivo. Si todos están presentes, sea armoniosamente e incluso deliberadamente sin amonía, deben cumplir y dejar cumplir sus respectivas funciones. La importancia de los diálogos es obvia, también lo es la de la música, pero es fundamental entender que el sonido -sea natural o artificial- puede ser un elemento dramático y narrativo de primera categoría. Estos son los elementos:
Colocar diálogos, sonidos y música en un mismo espacio sonoro no es una mera cuestión técnica, pues siempre se produce algún tipo de resultado dramático: el sonido de un vaso rompiéndose puede ser insignificante en un contexto y absolutamente fundamental en otro. Y aunque parezca de sentido común que si hay diálogos han de poder ser escuchados puede suceder que convenga taparlos con el sonido de un tren o con la propia música, por ejemplo.
Una de las cosas mágicas y fascinantes que tiene el cine es la posibilidad, sin ningún tipo de problema, de pulverizar la lógica y llevar al filme a un terreno de completa irrealidad: una música que esté en escena en diégesis (un pianista tocando el piano) a priori tendría asignado parte del espacio sonoro que podría ser mayor (música en primer plano) o menor (de lejos) pero esa música podría de súbito silenciarse porque entra en terreno sonoro la voz en off de un personaje, una música incidental o hasta el sonido de un reloj, por la razón que sea.
Sobre la vinculación entre música y diálogos me remito al artículo La música y los diálogos, donde hay explicación más detallada. Respecto a la relación entre música y los sonidos hay desafortunados casos donde los efectos sonoros han anulado el poder dramático o narrativo de la música, pero también incontables estupendos ejemplos en los que la música se come todos o parte de los sonidos de la escena, para enfatizar más el significado de la música: en Vertigo (58), por ejemplo, la música se come hasta algunos diálogos, que quedan sin ser escuchados. En un sentido opuesto, y negativo, está aquello que comentamos en el artículo Destruir el silencio, donde hicimos hicapié en lo absurdo de anular la tensión dramática de los sonidos naturales por la imposición de música en A Quiet Place (18)
QUITA EL VOLUMEN y mira este vídeo HASTA EL FINAL. Para conextualizarlo, es la escena final del filme de Josef Von Sterberg Morrocco (1930), en el que Marlene Dietrich interpreta una cantante de cabaret ayudada por un hombre rico pero que se enamora de un legionario y decide, finalmente, abandonar todas sus comodidades para seguirle allá donde vaya.
La escena no tiene diálogos (aunque podría tenerlos) Crea la competición sonora para esta escena. ¿Qué sonidos y qué música pondrías?
Seguramente habrás tomado muchos factores en consideración para crear, gracias a la competición sonora, una escena intensa. ¿Dramática, romántica, trágica, épica? Asumimos que, dado que los personajes no hablan, con lo que se ha de trabajar es con los sonidos y la música. La decisión musical no debería generarte demasiado problema, si tienes claro qué quieres explicar. ¿Pero podrías darle alguna utilidad dramática y narrativa al sonido?
Vuelve a mirar la escena, ahora con el volumen puesto.
Diálogos expresamente no hay. La música es diegética (aunque aparentemente en falsa diégesis) y Stenberg elije el sonido del viento arenoso no sólo como efecto realista sino especialmente dramático... ¡Lo prolonga ya fuera de escena en el The End! ¿Cuál sería la intención?
Se remarca así que no va a ser una nueva vida fácil, sino ventosa y arenosa para ella, pero ella no duda: se decide incluso a ayudar a las demás mujeres a llevar el ganado, subrayando que renuncia a las comodidades de la vida. La política musical de los estudios impondría el tipo de final que todos conocemos: la música irrumpe en los segundos finales del desierto y da el cierre hiperbólico a lo Steiner en el The End, pero el efecto dramático del sonido es tan intenso que cualquier música lo anularía, porque en la competición sonora la música siempre gana, y ninguna música podría alcanzar este mensaje y explicación tan dura que se da a través de la cesión de todo el espacio al sonido.
La competición sonora no es una cuestión meramente técnica, sino altamente dramática y explicativa.