El compositor José Nieto ha publicado un libro, Música y estructura narrativa (Letra de palo. 164 páginas) que por su altísimo interés voy a comentar en este y otros artículos, no exponiendo todo su contenido, solo aquello que crea merezca ser subrayado, ampliado, debatido o incluso contradecido y que aporte conocimiento. El subtítulo del libro, Un estudio de la narración audiovisual desde el punto de vista de la música, augura un máximo interés en tanto el elemento narrativo -como tantas veces vengo significando- es el estadio más elevado que puede alcanzar la música en el audiovisual. Y para ser comprensible en su narración, la música necesita tener una sólida estructura. La experiencia y sabiduría de Nieto puede rellenar nuevas páginas de conocimiento en este apasionante ámbito.
1.- Percepciones
En el audiovisual, la percepción visual y la sonora convergen pero entran por cauces distintos (ojos y oídos) y con importantes diferencias: la vista puede ser controlada a voluntad (focalizar, mirar o no mirar) pero el oído no es controlable: el oído nos dirige a nosotros, señala Nieto (p. 24)
Nieto establece dos niveles de percepción cuando se trata de una obra narrativa:
Nieto indica que tiene que quedar claro que de ninguna manera la percepción automática de una obra consecuencia de un primer contacto con ella se convertirá en analítica por el simple hecho de repetir solución o visionado (...) Por el contrario muy probablemente el experto tendrá desde el primer encuentro con la obra una percepción más o menos analítica ya que no podrá evitar aplicar a lo que ve hoy la información que posea previamente sobre ella o sobre lenguaje con el que está construida (p. 27) Y con estas premisas avisa a los creadores que tengan en cuenta que aunque perciban su propia obra de modo analítico la abrumadora mayoría del público al que va la percibirá de modo automático.
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Comentario:
En este primer capítulo Nieto no se centra en lo audiovisual, sino que lo extiende a cualquier obra (literaria, pictórica, el propio cine) y además introduce consideraciones sobre neurología, del todo interesantes pero que aquí no creo que proceda comentar, para ir al grano.
Hay que tener muy presentes estas dos percepciones para comprender que de no elaborar un discurso musical accesible a la audiencia se le pueden escapar muchas cosas que, debiendo ser explicadas, no son finalmente explicadas. El objetivo de la música es aportar suma al resto de la película (a nivel ambiental, dramatúrgico o narrativo) pero en ningún caso confusión que no sea deliberada. Puede suceder, eso sí, que no todo quede explicado y entendido a la primera, y que hagan falta segundos o incluso terceros visionados para que se vean todos los matices narrativos de la música. Eso no es problema alguno si no genera confusión (no deliberada) en el primer visionado. Me remito como ejemplo a La La Land (16): es imposible captar a la primera todos sus caminos narrativos, que están bien definidos y claros. Pero no es un caso único, otras bandas sonoras requieren de nuevos visionados para desentrañar sus secretos.
No creo que en un primer visionado la audiencia no formada solo tenga una percepción automática y quienes tienen conocimientos analítica. Ambos tipos de público (el espectador corriente y el analista de música de cine) empiezan a recorrer una película en igualdad de condiciones: no saben nada de lo que van a ver en la música. Por supuesto salvo en el caso de que se conozca previamente la música o se tenga cualquier información adicional que haga que no se comience a verla desde cero. Pero en los supuestos en que el punto de partida sea el de no saber nada (y debo decir que es mi punto de partida favorito) la percepción de los dos públicos será automática. Es cierto que, por razones diversas como el conocimiento de los códigos del género, musicales, históricos o cualquiera otro, el erudito en la materia comenzará mucho antes a adquirir una percepción analítica sobre la marcha, pero no lo es menos que la percepción automática se mantendrá hasta el final en la mayor parte de los casos, y por ello deberá procederse a un proceso de reflexión y de reordenación de lo visto: solo las bandas sonoras más sencillas y elementales son analizadas a la primera, sin necesidad de más visionados ni mayores reflexiones.
Por otra parte, el público general sí procesa analíticamente algunos discursos musicales, especialmente cuando la música aporta una información que se comprende y que le permite completar la escena: ¡el tiburón acecha!, ¡está pensando en su amante, no en su esposa!. Este es un tema sin duda debatible, pues hay quien alegará que la reacción del público ante la aparición inesperada del tema musical de la amante (tema que obviamente debe ser comprendido) es genuinamente emocional, pero yo creo que en el momento en que aporta una información, y no solo una emoción ("es la amante") la música se intelectualiza y no depende solo de las emociones sino del razonamiento, que en sí es analítico.