Esta es la segunda entrega de la serie Bandas sonoras sobrevaloradas, donde comentamos bandas sonoras consideradas obras maestras pero que, a nuestro juicio y por distintas razones, deben ser reconsideradas.
1.- North By Northwest: una persecución superficial
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2.- The Lion in Winter (68) Música: John Barry
En 1183 Enrique II, rey de Inglaterra, saca de su encierro a su esposa Leonor de Aquitania para que medie en el conflicto sucesorio que mantiene con sus tres hijos en común.
Lo mejor es comenzar con este vídeo:
Aunque los gustos y emociones sean algo personal, es fácil acordar que la música de John Barry para The Lion in Winter es bellísima. Sin embargo, los compositores que trabajan en el cine se deben por encima de todo a la película y es ahí donde tienen sus mayores triunfos o sus fracasos, donde resultan útiles o no, donde lo que consiguen es más o menos interesante. Apreciar y amar una música como tal puede ser suficiente para quienes prefieran quedarse en este punto y conformarse con disfrutar de ella, incluso sin tener interés por la película. Es lícito quedarse aquí, pero hay mucho más recorrido que avanzar. Considerar la música de cine solo como música es, aunque respetable, desconsiderar por completo lo que es la música de cine.
En un nivel más avanzado, hay quienes entienden que, dado que la música se escribe para formar parte de la película, la ven, escuchan y de alguna manera la maridan con las escenas donde se aplica. Y apreciando el impacto dramático o emocional que se produce, sienten que tienen suficiente. Puede suceder, es verdad, que esa música que solo produce impactos dramáticos o emocionales sea lo que mejor le vaya a una película que solo requiere de la música una participación más secundaria o superficial, y hay grandes bandas sonoras en este ámbito. Es lícito quedarse aquí, pero sucede que hay creaciones musicales que juegan otro rol y, por tanto, hay aún más recorrido que avanzar.
La música puede ser explicación, puede ser el guion musical del filme. Como herramienta de narración es más cine que música y es lo máximo a lo que se puede llegar en un filme, porque además suma lo anterior (el elemento musical y el dramático y emotivo) Es el punto en el que el compositor ejerce de modo absoluto como cineasta, puesto que aporta narración a la película, como tantas veces hemos mostrado en Lecciones de Música de Cine. Sucede que The Lion in Winter juega la baza de no querer ser una estupenda banda sonora escénica para el cine (recomiendo leer BSO cinematográficas o escénicas) y sí formar parte de las que se constituyen en la forma de guiones musicales en su máxima dimensión. Pero las malas decisiones tácticas y temáticas acaba haciendo de ella un quiero y no puedo.
1.- Enrique II (Peter O'Toole) tiene un tema que se presenta como inicial y luego sirve para mostrar su desolación, su furia, su poder y finalmente su éxito.
2.- Su hijo Ricardo tiene también una música -que extiende a sus hermanos- que es oscura y muy dramática, y que en una estupenda escena cae como una pesada losa sobre Enrique II, hasta que finalmente este se desquita y se libra de ella, en lo que es una fantástica idea de uso narrativo de un tema musical. Estas son sus apariciones:
3.- Incluso Alais, la amante de Enrique II, tiene un tema muy dulce que ella canta y que funciona por contraste con la oscuridad y gravedad de los otros temas.
En este punto, todo parece tener orden y lógica: cada tema cumple su función y esta no es solo dramática sino también narrativa. Pero, entonces, ¿por qué la reina Leonor es tan mal tratada musicalmente, siendo prácticamente ninguneada? Es un personaje fundamental, titánico, que pelea de igual a igual con su marido, pero queda difuminada: el maravilloso tema que la presenta no está para despedirla con honores, que los merece, y en lugar de sacarle provecho dramatizándolo y transformándolo se le asigna uno nuevo que no acaba de cuajar porque, y para empeorarlo aún más, en varios de los espacios disponibles se aplica música irrelevante, que no es de ella, solo ambiental, y en consecuencia ella queda sin presencia potente en el ámbito de la música. La inmensa interpretación de Katharine Hepburn salva y compensa la pobre representación musical que se le asigna.
La reina Leonor no tenía por qué tener necesariamente música asignada, podría funcionar bien el contraste dado que ella viene de fuera y todo el jaleo está en el castillo, entre el rey y sus hijos. En este caso seguiría siendo un importante error táctico no despedirla con la música con la que fue recibida, eso es imperdonable puesto que lo que se elige para su marcha es la insignificancia musical. Pero lo cierto es que a Leonor sí se le asigna un tema, por lo que no puede ser sustraído de la comparación y de la mirada crítica.
Lo que acaba ganando Enrique II gracias a la revitalización eufórica de su tema en el epílogo lo pierde Leonor por la ausencia del que debería haber sido el suyo. Y es algo que no se ajusta a lo explicado en el texto de James Goldman.
Esta es una banda sonora con música estupenda pero con deficiente arquitectura. Se me escapa por completo cómo es posible que el director Anthony Harvey y el compositor John Barry no vieran lo que es más que obvio y le restaran tanta entidad al personaje de Leonor de Aquitania. Que la música ganara el Oscar a una creación suprema y completa como la de Planet of The Apes (68), que no tiene tacha alguna, forma parte de las clamorosas injusticias de la Academia.
Respetamos a quien quiera disfrutar la música como música, y también a quien la quiera apreciar como elemento emocional en el contexto de la película, pero nosotros aspiramos a llegar siempre a lo máximo, al destino final. ¿Hasta dónde quieres llegar tú?