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LOS CONVULSOS 60 (V): JERRY GOLDSMITH, PASIÓN ABIERTA

09/07/2019 | Por: Conrado Xalabarder
HISTORIA

Capítulo anterior: Los convulsos 60 (IV): Con Mancini empezó la fiesta

En el medio televisivo se formaron algunos compositores que luego pasarían a desarrollar sus carreras en el cine, o en ambos. Fue el caso de Jerry Goldsmith, que trabajó en series como Perry Mason o The Twilight Zone, y luego dio el salto a la gran pantalla. Atrevido compositor de creaciones sofisticadas y elaboradas, consiguió con el tiempo ganarse el respeto no solo de sus colegas sino especialmente de los cinéfilos, que le encumbrarían entre los favoritos. Y ello a pesar de que su música no fuera en absoluto sencilla ni comercial. Tras algunos filmes sin especial relevancia, escribió la música de Freud (62), en la que eludió la recreación histórica en beneficio de la plasmación de los tormentos del subconsciente. Inmediatamente después, con Lonely Are the Brave (62), abordaría el primero de una serie de westerns para los que escribió partituras épicas y sinfónicas, impregnándolos con un sello personal que empezaría a ser fácilmente reconocible. Su producción en el género fue amplia, pero no sería la más conocida de su filmografía porque la mayor parte de las películas eran discretas: destacan, en esta década, Rio Conchos (64) Hour of the Gun (67) 100 Rifles (69) o especialmente Rio Lobo (69), de Howard Hawks.

Si fue más conocida, en cambio, su vinculación al cine melodramático en títulos como Lilles of the Field (63), cuya banda sonora sustentó en música sureña, o A Patch of Blue (65), que introdujo al espectador en el frágil mundo interno de la muchacha ciega sirviendo también al propósito de marcar distancias con la hostilidad que hay en su alrededor. En un sentido opuesto, trabajó en películas épicas como Von Ryan’s Express (65) o The Sand Pebbles (66), entre otras. En ellas aunó lo enfático, con poderosos temas principales, con lo dramático, para hacer comprensibles las emociones de personajes inmersos en contextos grandilocuentes. Goldsmith hizo maravillas musicales y cinematográficas en crípticos entornos como los de Seconds (66) o The Illustrated Man (69) y en esta línea Planet of the Apes (68), de Franklin J. Schaffner, director con el que tendría una amplia vinculación creativa. Este filme se convirtió, desde su estreno, en un clásico: su valiente realización, el espectacular maquillaje, el original vestuario, los decorados casi surrealistas y la apabullante música fueron factores que contribuyeron a ello. El compositor escribió una extensa partitura atonal, contundente, árida y agresiva, en la que empleó instrumentos exóticos para fomentar una asfixia y agobio idóneos en la consecución sonora del caos. Los combinó con instrumentos convencionales (como el piano), tocados de modo inusual. Goldsmith era consciente de, para lograr sus objetivos, lo imprescindible de un tipo de música que no se hubiera oído en el cine con anterioridad. El cómo llegó a ella fue un proceso tan peculiar como sencillo:

Franklin (J. Schaffner) me comentó que quería una música inusual para su película y yo no sabía cómo hacerla. Un día, en la playa, comencé a golpear dos piedras e inmediatamente resolví la partitura.

Cerró con esta obra maestra una década que resultó extraordinaria para él y para el cine también. Pero lo mejor estaba por llegar.

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