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LOS PORQUÉS DEL RECHAZO (PARTE I)

01/02/2022 | Por: Conrado Xalabarder | 3 comentarios
DEBATE

Carles Robert es músico, compositor, profesor de Conservatorio y un gran amante de la música de cine. Amigo desde hace mucho de MundoBSO ha publicado unas reflexiones en su cuenta personal de Facebook que, por su alto interés, hemos querido traer al Ágora para su archivo, y para que pueda ser consultada y no se pierda con el paso del tiempo. Son varios artículos que versan sobre una misma pregunta:

¿POR QUÉ LA MÚSICA DE CINE NO GOZA DE LA CATEGORÍA ARTÍSTICA DE OTRAS MÚSICAS DE GÉNERO DRAMÁTICO?

LOS "INTÉRPRETES"

Por Carles Robert

A raíz de algunos hechos acontecidos en estos últimos días he decidido publicar una serie de reflexiones en varios artículos, los primeros coyunturales y los restantes generales, sobre la consideración de la música cinematográfica entre los propios músicos en particular y entre los artistas y el colectivo cultural en general.

La música cinematográfica nunca ha alcanzado el prestigio ni el reconocimiento generalizado artístico en comparación con otros géneros musicales dramáticos, como la ópera, el oratorio o, incluso, la música incidental que Purcell escribió para teatro, por ejemplo. Pero no me extraña. Dejando aparte vacuas discusiones estéticas sobre la importancia que la propia música cobra en el género en cuestión, buena parte de la causa proviene de los propios profesionales que no se toman en serio a sí mismos, de la autocomplacencia de los periodistas y de la condescendencia de los aficionados. Esta suma de factores lleva hacia un adormecimiento del espíritu critico que, al final, deriva en una sociedad -o gremio en este caso- donde acabará imperando la mediocridad, si no se pone remedio.

Hace pocos días, una compositora actuó en el programa televisivo Días de cine tocando una banda sonora que ella misma había compuesto. A la luz de sus trabajos puede decirse que es una buena cineasta, sin embargo, como intérprete erró repetidas veces la ejecución de su propia música (una pieza sencilla técnicamente, dicho sea de paso). Así que uno se pregunta: ¿se lo tomó en serio?, ¿se preparó suficiente?, ¿era consciente de sus limitaciones, ya sean técnicas o de actitud frente al público, etc.?, ¿tal vez no se encontraba bien? Entroncando con ello, ¿se imaginan a John Williams cuando tocó el piano en la gala AFI de Spielberg que hiciera semejante interpretación?, ¿o en los JJOO de Los Ángeles, algo así como Señores, perdón, me he quedado en blanco?, ¿se imaginan a Paul McCartney en un concierto, en plan Hoy, no me acuerdo de Yesterday, pero la chapurreo un poco hasta llegar al final (total, me aplaudiréis igual)"?. Y, naturalmente, huelga decir que en el ámbito clásico esto resultaría inconcebible: muchos pianistas, directores, cantantes, han anulado sus conciertos si preveían que no iban a estar al máximo en su actuación (Kleiber, Gould, Michelangeli...) y, evidentemente, nunca han propuesto un programa que no dominaran, por respeto al acto, al público y a si mismos. Claro que, ello requiere de un alto grado de honestidad que, al parecer, ha sido inexistente en este caso: a la mañana siguiente, lejos de emitir una disculpa, reconocer la mala praxis, o de expresar un mínimo de autocrítica, los posts en las redes iban en la linea de la ligereza, del quitar hierro, del desenfado e incluso de la normalización de la anécdota, tanto por parte de ella misma como del programa y los aficionados (solo la web MundoBSO se atrevió a exponer de forma diáfana el despropósito).

Deduzco pues que, o nadie se toma en serio la música de cine o existe una ignorancia e inconsciencia sobre el tema, unido a una preocupante falta de humildad. Que ocurra esto debería ser extraño. Y, no obstante, no es un caso aislado en música de cine: actuaciones de compositores que se ponen al frente de una orquesta para dirigir su música que jamás han estudiado dirección o han dirigido otras orquestas, son otros casos igualmente censurables. El resultado, en muchos casos, pasa por una desvirtuación máxima de la creación, del contexto para la cuál fue concebida, de músicos de orquesta mirándose de soslayo y esbozando una media sonrisa, dándose cuenta del ridículo al que se están viendo sometidos. Dirigir una orquesta no es mover los brazos al son del compás. Ni Silvestri, ni Desplat, ni Goldsmith, ni Schifrin, ni Giacchino son auténticos directores, y se nota en los conciertos que realizaron. Hasta un director experimentado como Williams -que ha dirigido otras músicas de cine u obras clásicas americanas de Gershwin, Copland, Bernstein, etc,- con diversas orquesras estadounidenses, no pudo sacar el máximo jugo a la Wiener Philarmoniker, denotando detalles poco cuidados, entradas fuera de tiempo en los tutti (los músicos no iban a una) e inseguridades en el gesto. Una vez más, algo que resultaría inconcebible en el campo de la clásica. ¿No sería mucho más honesto ceder el sitio a un director experimentado?, ¿no tendría más sentido que un pianista profesional tocara la o las obras y, al terminar, el compositor saliera a saludar?, ¿juegan aquí un papel determinante los egos de los compositores o las operaciones comerciales?

El summum se materializa en aquellos conciertos donde los músicos se disfrazan, se reparten espadas de luz entre el público, se comen palomitas y se habla durante la proyección o el concierto...en fin... Mientras no exista una conciencia generalizada entre compositores, intérpretes, críticos, periodistas, musicólogos, aficionados y cineastas de toda índole sobre la importancia artística de la música cinematográfica, y el respeto y actitud que ello conlleva, seguiremos asistiendo a espectáculos circenses semejantes. Luego no nos quejemos si nos llaman titiriteros, pinta-papeles, músicos de segunda, etc, porque llevarán parte de razón.

Cierto es que algunas representaciones de ópera en el Siglo XVII eran similares, actos sociales anodinos en los que nadie escuchaba la música, salvo en un par de arias. Tal vez tengamos que esperar un siglo o dos hasta que nos demos cuenta de la maravilla, sutileza, rigor, análisis y, en definitiva, del arte y la belleza que encierran algunas partituras de música cinematográfica de nuestro áspero pasado Siglo XX.

Segunda parte: Orquestadores y compositores

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Usuario: Agustin Martin Nieto
Fecha de publicación: 09.02.2022
Este es un tema apasionante y curioso.

En general se puede decir que quizá los compositores no son los mejores directores de orquesta de sus propias obras, pero a la vez quién mejor que ellos que son los mejores conocedores de su propia obra para interpretarla (parto de la base que tienen experiencia y formación en la dirección).

Puede ser mejor director de orquesta Dudamel que Williams, seguramente sea sí. Pero ¿a quién preferís ver en el podio a Williams o a Dudamel?. Por no decir que quien ha parido la obra conoce mejor los recovecos de la misma y donde incidir más o menos. En este caso lo ideal sería una colaboración conjunta del compositor con un gran director y que este se empapara bien del sentido que tiene que tener la música de cine y su función.

Por no decir que la música de cine se traiciona a sí misma cuando determinados temas suenan más a música de concierto que a música de cine, pierden algo de identidad, y eso es algo que habría que corregir.

El interés de la orquesta de Berlín o la de Viena por la música de cine, ¿es algo verdadero y sincero o sólo porque Williams es mediático y vende bien?. Esa es la gran incógnita. Y si interesa de verdad, por qué no se abre el melón ya de una vez por todas.

El día que falte Williams ¿se seguirá programando algo de él en las salas de conciertos o se irá diluyendo poco a poco su figura?. Porque algo de eso ya está sucediendo con Morricone, ni más ni menos que lo que les paso también a Bernstein y Goldsmith, mientras estuvieron vivos todo era fantástico, se podía llegar hasta la London Symphony (que era ya todo un lujo), pero tras su fallecimiento después los borraron del mapa de los conciertos.

El difunto André Previn y Esa-Pekka Salonen (ambos reputados directores) han sido defensores de la música de cine, pero tampoco la han incorporado que yo sepa a los programas de las orquestas que han dirigido.

Es un tema de difícil solución la verdad.
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Usuario: Ángel González
Fecha de publicación: 05.02.2022
No solo coincido con el anterior comentario, al considerar derrotista esa reflexión, sino que -según mi opinión- me parece desacertado.

Pienso que se inclina a esa tendencia relativamente habitual de considerar la música desde una perspectiva eminentemente técnica y no como algo poliédrico, que no solo abarca la técnica o pericia con la que alguien interpreta, compone o dirige. El aspecto comunicativo es esencial, pudiendo desagregarlo en multitud de componentes, como el emocional, el identitario, etc.

Además, cuando se alude al "prestigio" o el "reconocimiento generalizado artístico" se está haciendo desde el punto de vista de quién. ¿Quién marca el estándar del prestigio? ¿La fanfarria de Star Wars es menos prestigioso que el Poema del Éxtasis de Skriabin? ¿En serio? ¿Quién decide qué es prestigioso o no: el público, los musicólogos...? Esta obra de Skriabin me parece maravillosa pero nadie dudaría que el reconocimiento generalizado, si hablamos a nivel mundical, lo tiene la obra de Williams por muy diversos factores... ¿La musicología es elitista? ¿La perfección técnica comprende el total del concepto "música"? ¿La labor de arqueología musical recuperando el papel y la música con instrumentos precolombinos por parte de Jorge Reyes o Luis Pérez es menos prestigiosa que la experimentación vanguardista? Yo creo que no.

El que haya mejores directores de orquesta que el desaparecido Goldsmith, por ejemplo, no creo que merme el valor de su obra ni afecte al recococimiento de su trabajo como compositor. Si recurrimos al ejemplo de Paul McCartney, pues diré que, aunque me gustan mucho The Beatles) personalmente no creo que hayan sido buenos intérpretes... Creo que ha habido y hay muchos y mejores guitarristas, bajistas, baterías... ¿Pero eso le resta valor a su música? Seguramente han pesado bastantes más aspectos en su prestigio y reconocimiento público. Y en letras no eran Bob Dylan, pero aún así a una enorme cantidad de personas nos gustan.

El problema del (re)conocimiento de la música de cine en mi opinión son tal vez dos. Sin profundizar demasiado en el tema, creo que el primero es el conocimiento de qué es en realidad la música de cine. ¿Si defendemos que es (o puede ser, si está bien planteada) "cine" por qué una interpretación no excelsa le va a restar prestigio? Si es cine no solo se atenderá a la interpretación, composición o dirección musical, sino a la finalidad real de dicha música. Una música como la de "El buen patrón" hace honor a la finalidad. Hablamos de inteligencia aplicada mediante música, no tanto de música aplicada.

Yo me quejaría de la reducida cantidad de músicas de cine que se dan a conocer. Por tanto, creo que es más un problema educacional o de pedagogía. Primero entendamos que supone la música de cine. Y luego hagamos pedagogía para que otras personas lo entiendan. Y ese conocimiento a compartir puede venir a veces de las formas más insospechadas, como generando adaptaciones de partituras, por ejemplo. Enseñando el papel de la música en colegios e institutos, pero no como mero acompañamiento musical, sino incluso en Literatura, para hablar de subtextos.

El segundo problema ya no es el dar a conocer la música de cine como cine, y mostrar más ejemplos que a Williams, Morricone o Zimmer. Quizás el segundo problema es hacer pedagogía con quien cree que la música es solo composición, interpretación o dirección. Dejar un poco de lado esa superioridad que se arrogan algunas personas (no digo que sea el caso del autor del artículo, pues no lo conozco y su reflexión es muy interesante) que hablan de música culta. ¿Acaso piensan que lo otro no es cultura? ¿O es que es una cultura popular? A ver si al final va a ser que si a uno no le gusta el caviar de esturión no tiene inteligencia gastronómica.
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Usuario: José Cordoba
Fecha de publicación: 02.02.2022
Creo que este comentario es derrotista,pues podría hacerse el mismo aplicado sobre la música "respetada". Acaso los compositores clásicos o actuales no han dirigidos sus obras o no existen conciertos populares como los de André Rieu o los tres tenores. Y no por ello decimos que la música clásica es una patochada.
¿Por qué no suenan las bandas sonoras en los repertorios de las orquestas? Pues por una parte,por el mismo motivo por el que tampoco suelen representarse obras de 1950 en adelante: el dinero. Interpretar partituras contemporáneas supone un esfuerzo económico extra que muchas orquestas no quieren/pueden hacer. Por otro la propia disponibilidad de las partituras. Aparte de Williams ¿Hay algún otro compositor que haya tenido el cuidado de preservar su obra y editarla para que esté disponible para las orquestas? No. Asistir a un concierto de bandas sonoras es asistir a un campo de minas en el que si no está el compositor involucrado,no sabes lo que te vas a encontrar. Y eso ocurre por el desconocimiento de músicos y gestores musicales del repertorio.
Se comenta que Williams no estuvo brillante con la Wiener, pero¿qué experiencia y conocimiento tenía la orquesta de su música? No está en su repertorio.
Asistí en verano a un concierto de música dirigido por Marc Timón con obras propias y otras de Williams. Las de Williams eran un batiburrillo de suites no preparadas por Williams de a saber qué origen. Pero como desconocen lo que interpretan, Timón y la orquesta tiraron adelante con un material deficiente.
Señalar el error de Zeltia Montes de nuevo,me parece absurdo, cuando no deja de ser una anécdota irrelevante, cuando el problema de fondo es más complicado.
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