En las películas la música que se aplica no es siempre de libre elección, pues hay momentos que demandan una música obligada. En otras ocasiones, sin embargo, no existe ese carácter imperativo y hay mayor libertad de decisión. Todo, con el único objetivo de hacer película desde la música y determinar el tipo de comunicación que se pretende establecer con el espectador: con música necesaria (comunicación intelectual) y/o con música opcional (comunicación emocional).
Es la que se necesita para una escena o un momento concreto: se trata de un requisito absoluto, ya que no se refiere a cualquier música, sino a una en concreto, bien definida y reconocible. Por tanto, no da lugar a distintas alternativas sino que es específica. Ejemplos:
¿Qué es lo que se consigue con la inserción de estas músicas? En primer lugar, establecer una comunicación intelectual con el espectador, a quien se le da una información. No se trata tanto de provocar emoción como de aportar un conocimiento. En segundo lugar, y es lo más importante, sirve para ahorrar explicaciones innecesarias, y así dinamizar el ritmo de la narración o hacer elipsis: con el Oh Britannia sonando, se evita tener que mostrar la bandera inglesa o al capitán exclamando algo así como ¡volvemos a Londres!. Con la marcha de Mendelsson, se pueden obviar secuencias del casamiento, etc. Por tanto, si lo que interesa es que el espectador sepa que ese barco es inglés o que la pareja se ha casado, con la aplicación de esa música se logrará de manera inmediata, dinamizando ritmo y narrativa. Obviamente, no es el sueño de ningún compositor hacer arreglos del Oh Britannia o de la marcha de Mendelsson, pero si quiere lograrse esa comunicación inmediata, ha de hacerse.
Es aquella que a priori no es necesitada en una escena, pero es bienvenida. Se trata de una aportación del compositor que ayudará al filme sin ser un requerimiento exacto y absoluto, sino más bien libre y creativo. Cuando a un compositor se le pide un tema romántico, puede escribir cientos y, aunque el elegido sea considerado el mejor, seguramente no sería el único que funcionase. Por tanto, todo lo que tiene de necesario es su carácter genérico (música de intriga, de acción, romántica o de cualquier otro tipo), mas no el específico. Y la comunicación que establece con el espectador es emocional.
Los ejemplos que hemos dado de música necesaria han sido, en buena medida, superados con el tiempo: en el cine actual ya no se ven escenas de barcos con el Oh Britannia de fondo, pero este fue un recurso frecuente durante mucho tiempo. Aun así, la música necesaria sigue plenamente vigente en el discurso narrativo de la música de cine: basta con que queramos que la música dé una información concreta al espectador para que la música que se demande sea la necesaria para cumplimentar ese requerimiento. Si queremos que, aunque no lo veamos, el tiburón de Spielberg se haga presente, ¿no es lo más eficiente poner la música que el espectador identifica con el tiburón? No hacerlo sería una pérdida de tiempo y generaría confusión. Eso hace que la música necesaria tenga una importancia mucho mayor que la que no lo es, cuando ambas conviven en un mismo filme, que es lo habitual.
Pero eso no implica que la música opcional no sea importante: simplemente cumple un cometido de menor compromiso narrativo. Porque la comunicación intelectual que tiene la música necesaria implica la necesidad del entendimiento del espectador, y su participación activa en esa comunicación, en tanto que la comunicación emocional de la música opcional permite al espectador tener una actitud más pasiva. Ambas pueden ser compatibles e interrelacionarse, según los casos. Una música opcional puede derivar en necesaria, cuando un tema musical que inicialmente no significa nada en concreto alcanza en el desarrollo del guion musical un significado concreto y, por tanto, se intelectualiza. Pero es un proceso que, si se produce, no tiene marcha atrás: una vez se le otorga un significado intelectual sus componentes emocionales pueden mantenerse, pero primarán siempre los intelectuales, y pretender desligarlos puede resultar confuso. Puede cambiar su significado, pero no quedar sin significado.