Capítulo anterior: Nuevos tiempos (X): La Italia Postneorrealista
En lo que concierne a España, en esta década se produce un cierto paralelismo con los cambios del cine norteamericano y del resto de Europa, en tanto que aparece un nuevo cine social, un intento de aproximarse al neorrealismo italiano. Sorteando los obstáculos de la dictadura, directores como Berlanga o Bardem ofrecen una visión amarga de la sociedad en Esa pareja feliz (51) Bienvenido Mister Marshall (52) Cómicos (54) Calabuch (56) Los jueves, milagro (56) Muerte de un ciclista (55) o Calle Mayor (56), entre otros filmes que compartieron cartelera con películas más conservadoras. Manuel Parada siguió en el cine con películas de escasa categoría, básicamente folletines melodramáticos y comedias irrelevantes, en un período sin la lucidez de que gozó en la década anterior: filmes como Don Juan (50), Suspenso en comunismo (55) o La casa de Troya (59) fue de lo poco destacable que hizo en la década. Mejor fortuna tuvo Jesús García Leoz, que acabó su carrera en estos años, con al menos tres creaciones singulares: en primer lugar, Balarrasa (50), obra de imponente arranque e intenso dramatismo en sus melodías; en segundo lugar, Surcos (51), creación dramática en la que reforzó la tragedia del argumento pero también dignificó la honestidad de sus protagonistas; en tercer lugar, por último, Bienvenido Mister Marshall (52), de Berlanga. Aunque la película popularizó la canción Americanos, que no era obra de Leoz, la música original dotó del adecuado sentido irónico a esta comedia, pero desde una perspectiva bienintencionada. Juan Quintero, por su parte, sí tuvo una vasta labor en el cine durante esta década, que arrancó de modo espectacular en Agustina de Aragón (50) Alba de América (51) y La leona de Castilla (51), las tres de Juan de Orduña, dotadas de partituras sinfónicas. Su carrera finalizó a mediados de los sesenta, y en sus pentagramas se escribieron varias de las más notables bandas sonoras del cine español.
Los cincuenta abrieron las puertas a compositores nuevos. Miguel Asins Arbó hizo de todo: desde melodías ligeras como las de La espera (56) hasta una interesante recreación de la música para cine negro a la española, en Un hecho violento (58), con temas jazz deliberadamente mundanos. Una línea similar a de José Solá tanto en Un vaso de whisky (58) como en A sangre fría (59). Ambos autores serían decisivos en la introducción del jazz en la música cinematográfica española. También comenzaron en esta época Antón García Abril en películas de Pedro Lazaga como La frontera del miedo (57) o Un ángel tuvo la culpa (59) y Augusto Algueró, que trabajó en El ruiseñor de las cumbres (58) o Escucha mi canción (59).