Una mujer necesita con urgencia 35.000 euros y desesperada entra en una oficina bancaria a punto de cerrar. Con mala suerte: dos atracadores entran en el banco y ella, a pesar de todo, hará lo imposible por salir de ahí con el dinero.
Para este thriller de atracos el compositor aplica una banda sonora de aires funk y jazz que retrotrae a músicas emblemáticas de autores como Lalo Schifrin, Michael Small o David Shire, por citar algunas referencias cuyos patrones se siguen, si bien de una manera peculiar. La película tiene una factura seria, dramática, pero con la aportación musical se convierte en comedia, en una invitación a disfrutar, a desdramatizar y a ser partícipe de la fiesta. A esto contribuye decisivamente que en sí la música es simple, incluso vulgar, como si fuera de mala imitación (pero muy bien hecha) de aquellos clásicos y que da al resto del filme un tono impostado, de atraco chapucero perpetrado por gente chapucera. Como contrapunto, y es el único elemento vertebrador, una música que se aplica sobre la protagonista para remarcar su maquinación: funciona como leitmotif que ayuda también a distanciarla y aislarla del resto de personajes: ella es inteligente, calculadora y mantiene control, en tanto a los demás las músicas los hacen aún más chabacanos. Una lamentable canción en créditos finales arruina la resolución de una música que en lugar de resolver acaba en dique seco.
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