Un grupo de personas, aparentemente normales, entran en una brutal espiral de violencia con crímenes, sin razón aparente.
El compositor aplica una partitura que desarrolla en tres frentes: en primer lugar, y para el entorno, una música turbia y nebulosa, con la que recrea un ambiente de violencia, irracional. En segundo lugar, y en contraste absoluto, un tema romántico limpio y esperanzado, muy sencillo, que resalta un componente optimista y aliviador, de todos modos anulado por el gran tema principal, exquisito y refinado, sobre el que ejecuta algunas variaciones que no alteran su significado, que no es otro que el de enfatizar el dolor y la desolación y cuya belleza resulta, por su contraste con lo narrado, más hiriente que las músicas que son obvias.