Secuela de 47 Meters Down (17) en la que un grupo de chicas en busca de aventuras en la costa de Recife. descubren que bajo las olas les aguarda una pesadilla.
El interés que mostró Tomandandy por hacer algo original en la anterior entrega se diluye aquí con una creación completamente anodina que con la electrónica intenta crear una atmósfera de tensión con músicas tóxicas, enrarecidas y que enrarecen el ambiente, y a las que se añaden algunos efectos sonoros. Pero no sirve de mucho a sus máximos propósitos, que son los de levantar un filme que no da más de si y donde se roza en no pocos momentos el bochorno, como por ejemplo el uso de órganos (o emulaciones) para dar solemnidad y categoría a lo que carece por completo de ello. La música, por saturada y vacía, acaba por ser más un estorbo que una ayuda.