Una joven modelo que vive en París ha de regresar a Madrid para cuidar a su abuela, que acaba de sufrir un derrame cerebral. Mientras intenta encontrar a alguien que la cuide todo comienza a volverse una terrorífica pesadilla.
Esta es una muy interesante y poco ortodoxa propuesta musical en la que la música no se aplica para generar tanto las consabidas dosis de terror emocional -aunque la hay- como para convertir el viejo apartamento madrileño en un lugar prácticamente kubrickiano, lleno de misterios y sobre todo de profundidad, con voces y efectos que aparentan estar y provenir de otra dimensión, ajena a la joven protagonista y a la audiencia menos espabilada. Pero con la resolución final se evidencia que esa música es orgánica a ese lugar y es muy del presente aunque en ella -por determinados elementos dramáticos, sutiles- haya rastros que se refieran al pasado. La música va tomando forma a medida que la nieta se empieza a dar cuenta de la situación: arranca deslabazada, deconstruida y fragmentada para paulatinamente tomar forma más concreta y más explícita, siniestra, profunda y también invasiva. No es una música simple y llana, sino compleja y elaborada, lo que redimensiona el poder y también maldad y crueldad de aquello que representa. Es una creación de gran inteligencia, calculada y con varias lecturas. Recuerda a Kubrick y también a Polanski.