Un ex-luchador se convierte en promotor de boxeo en un tiempo en el que los nuevos gladiadores son robots con cualidades humanas.
El compositor firma una partitura tan efectista y eficiente como poco interesante en lo que respecta a su dilatada carrera. Se trata de una creación que fusiona lo épico y sinfónico con un aire moderno y que da como resultados algunos temas -especialmente el principal- llamativos, aunque son artificiales, a los que le falta alma. Peor parte es la melodramática, que se aplica a resaltar las emociones de los personajes, y que consisten en melodías demasiado edulcoradas. Poco acero, mucho azúcar.