Durante la Segunda Guerra Mundial un artista de circo, prisionero en un campo de concentración, logra salvar la vida gracias a un acuerdo con los nazis: su papel consiste en entretener a los judíos antes de que entren en las cámaras de gas.
El compositor desarrolla su creación en dos niveles dramáticos bien diferenciados, que no llegan a cruzarse y que en cierta manera entablan un diálogo que va ganando significación a lo largo del filme y en el ánimo del protagonista. En primer lugar estan las músicas para el entorno del apocalipsis y el horror nazi del campo de concentración, músicas rotas, quebradas, muy tóxicas, que generan una atmósfera irrespirable y que entran de lleno en la psique del protagonista, enloqueciéndolo y envenenándolo. Una pesadilla kafkiana que encuentra la respuesta en las otras músicas, las de la bondad, la dignidad y el honor. Aunque afligidas y frágiles, son la luz entre tanta oscuridad, el oxígeno que mantiene vivo al personaje y el tributo del propio filme y del compositor a los que sufrieron la barbarie, con un tema principal emotivo y sentido.