Ha pasado un milenio desde que la Humanidad haya abandonado la Tierra y se instale en un nuevo Planeta. Un general y su hijo se estrellan contra el planeta Tierra, ahora territorio desconocido y peligroso y en el que todas sus formas de vida han evolucionado para poder matar a los humanos.
El compositor aplica y desarrolla su creación en tres frentes bien definidos: en primer lugar, música para el entorno hostil de una Tierra agreste e inhóspita, en la que se insertan algunos elementos melódicos que ponen en énfasis la anterior existencia de vida humana, ahora desaparecida, y que tiene un tono moderadamente desolador. Frente a ella, enérgicos temas de acción, épicos y enfáticos, incluso arrogantes, que dotan de considerable fuerza la hazaña de los protagonistas y también magnifican el poder de los seres que ahora ocupan el territorio, en lo que resulta un combate entre iguales del que el compositor saca el mejor provecho. Finalmente, en tercer lugar, una música melancólica que se aplica exclusivamente a los protagonistas, y que resalta (como es habitual en el cine del director) su vulnerabilidad emocional, que aspiran a resolver, y que finalmente logran superar de un modo liberador. Son frentes equilibrados, obviamente desiguales en importancia, pero que acaban por diluir en cierta manera el poder narrativo y evocador del tema principal.