En un mundo dividido en cuatro naciones, Agua, Tierra, Aire y Fuego, estalla la guerra Cuando la última declara la guerra a las demás. Dan comienzo a cien años de destrucción. Un joven descubre que es el único capaz de dominar los cuatro elementos y se embarca en una aventura para reestablecer el equilibrio universal.
En su nueva colaboración con el director, el compositor aplica una partitura muy sencilla en su estructura pero de gran profundidad en lo emocional. Se sustenta en un doble nivel dramático: música contundente y enfática, poderosa, para el entorno en el que se desarrolla la película, y melodías de tono evocador por momentos casi religioso, con las que refuerza los elementos místicos y redentores. La primera es básica y estática, en tanto la segunda se apoya en un tema principal que conoce una progresión que se inicia frágil y que deriva hacia una conclusión abierta y expansiva, que exalta una maravillosa sensación de liberación.