País Vasco, Siglo XVII. Los hombres de la región se han ido a la mar. Una adolescente participa en una fiesta en el bosque con otras chicas. Un juez encomendado por el Rey para purificar la región las arresta y acusa de brujería.
Las compositoras aplican música orgánica, muy enraizada en la tierra vasca, que tiene un tono arcaico pero también dramático. La música tiene algún problema de integración en la película, pues es pensada más en términos secuenciales que no como arco dramático, como evolución y desarrollo, y el que hay es apenas perceptible y quizás distante al las niñas y los acontencimientos, todo y que sí hay mucha unidad de criterio estilístico y solidez musical. Su punto de partida, por básico, es muy bueno en su posición de retaguardia, y genera así una expectativa que finalmente se resuelve dramática y narrativamente.