Las aventuras de un capitán en la época de Felipe IV, llena de conspiraciones, traiciones e intrigas.
Este es uno de los casos en los que una música buena pierde fuerza y categoría en su aplicación cinematográfica, pues de muy sirve que sea elaborada y sutil si donde se inserta resulta confusa y mal narrada. El principal problema de la brillante partitura del compositor es que no acaba de encontrar su espacio en la película, y va a remolque en casi todas las escenas, resultando mal aplicada (se inserta de modo excesivamente fragmentado). Se destaca por el dramatismo de sus dos temas románticos y por el uso instrumental, y tiene momentos de gran poderío y belleza. En la escena final fue reemplazada torpemente por la marcha procesional La madrugá.
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