Usuario: Ángel González
Fecha de publicación: 04.04.2023
Corría el año 2001 cuando una película atípica rompía las taquillas y se convertía rápidamente en un fenómeno social imprevisible. Le fabuleux destin d'Amélie Poulain podía haber pasado como un filme de culto para audiencias minoritarias, pero debido a una extraña conjunción de factores (unos buscados pero otros no) no solo llegó a una gran audiencia sino que creó marca y se ha anclado en la memoria colectiva como un retrato idílico de París.
Curiosamente la mala leche, el sarcasmo y la crítica al estereotipo han pasado a un segundo, tercer o cuarto plano de percepción. Hay quien le achaca a Jeunet que haya perdido la oscuridad de Delicatessen, pero hay un montón de elementos que (en mi humilde opinión) unen a ambos filmes.
Jeunet, fiel a su ideario, corrió el riesgo de abordar la inocencia y la inestabilidad emocional (yo vislumbro componentes psicóticos muy evidentes no solo en Amelie) a través del humor negro y la contraposición entre texto y subtexto, de un ritmo ágil y dinámico, y de un estilo visual absolutamente deslumbrante. La combinación, para mi gusto, es brillantísima. Pero para gustos colores.
Con la música todavía me asombra más que el resultado, también en el apartado musical, sea excelente. Y esto requiere una explicación.
Yann Tiersen es un compositor y multi-instrumentista que respeto muchísimo. Sí, como la gran mayoría, lo conocimos con esta película, pero tiene varios álbumes y piezas que me encantan. Especialmente adoro su Le phare. Pero Yann Tiersen ha expuesto públicamente su deseo de no haber participado en Amelie. Dice que le ha restado más que sumado. Para entendernos, Tiersen no quiere ser asociado con esa versión idílica de París. Sus inquietudes artísticas van en otro sentido. De hecho tras Amelie llegó a considerar desagradable tocas el acordeón. Entonces, ¿por qué quiso componer la música de la película? Bueno, pues esta es una más de las afortunadas coincidencias que se dieron en este filme que, unidas a otros factores plenamente buscados, llevaron al resultado final.
Las coincidencias son curiosas. Destacaré tres:
-En primer lugar, Emily Watson era la candidata para interpretar a Amélie, dejando vía libre a una muy joven Audrey Tautou. Y no digo que Emily Watson no lo fuera a hacer bien, pero entiendo que el resultado sería distinta.
-En segundo término, Jeunet quería a Nyman para componer la banda sonora, según parece, pero un asistente en un viaje le puso música de Tiersen y el director quedó maravillado. Y no digo que Nyman no lo fuese a hacer bien, pero el resultado sería distinto.
-Tercera afortunada coincidencia. Tiersen andaba mal de agenda y se dedicó a componer varios temas que quedaron a disposición de Jeunet para su uso en el filme. Es más; le permitió utilizar música de sus tres discos previos y del cuarto, que estaba preparando. Esto no tendría que ser bueno “per se” porque tal vez Jeunet se limitase a encajar músicas en las distintas escenas, convirtiendo a Le fabuleux destin d'Amélie Poulain en un “temp-track” eterno, pegadizo pero poco implicado en la película. En mi humilde opinión no fue así.
Por tanto la labor de Tiersen no fue la de un compositor de cine. Realmente no se involucró mucho en la película, más allá de componer una serie de temas nuevos y no todos serían utilizados. Realmente el arquitecto musical de Le fabuleux destin d'Amélie Poulain fue el propio Jeunet.
A partir de ahí viene los aciertos en la aplicación de la música en el filme. Y empiezan SPOILERS.
-En general la música de Tiersen hasta el 2001, por sí misma, deambulaba entre la alegría y la melancolía, entre lo popular y el minimalismo, entre la sencillez y el virtuosismo… Esa dicotomía y oscilación constante le venía como anillo al dedo al personaje de Amélie, una auténtica montaña rusa emocional. De hecho había una vinculación instrumental bastante clara, ya que los dos instrumentos principales son el piano y el acordeón. Por norma general en la película el acordeón imprime vitalidad (ej: la paradigmática escena con el ciego al compás de La noyée, una vez Amèlie descubre que su destino es qyudar a los demás) y el piano nos ofrece piezas más melancólicas (ej: en los títulos de créditos iniciales). Todo ello nos pone formidablemente en la piel (piel adentro) de Amélie.
-El acordeón también tiene un uso no buscado originalmente por Tiersen. Para él no va vinculado a las típicas “musettes” sino que es algo mucho más orgánico. Pero su uso remite a un París estereotipado que, curiosamente, contrasta con las formas narrativas extravagantes del filme. Algo claramente buscado por Jeunet y que enfatiza la visión sarcástica pero “compasiva” que pretende transmitir. No es un París urbano, nocturno y trampa (como el de Frantic) sino que es idílico (en apariencia) para el subconsciente colectivo. Y eso es lo que pone de los nervios a Tiersen. Pero el efecto conseguido por la aplicación musical realizada por Jeunet no solo fue bueno, sino que consigue hacer perdurable en la memoria su Amélie cada vez que alguien pisa Montmartre .
-El uso de música preexistente es destacable, para mi gusto, en una escena concreta. Amèlie se imagina siendo la protagonista de un reportaje o documental donde se habla de su muerte y de su legado en la ayuda a los demás. Es una escena emocionalmente dura si no fuese vista desde el filtro de la comedia. Habla de soledad. Y aquí no suena la música de Tiersen sino el Adagio for strings de Barber. Es una música que ella misma ve proyectada como ajena, al igual que el propio reportaje, y suena triste aposta. Es una escena soberbia porque, además, supone un pequeño ajuste de cuentas con la pieza de Barber. Creo que es estupenda, pero su uso en The elephant man y en Platoon a mí aún me escuece, jaja.
-Hay tema principal, y ese sí es original para la película. Conoce distintas variaciones. Lo importante aquí es cuando suena y a qué atiende. Amèlie pasó una infancia traumática, sin cariño. Se siente sola y busca su lugar en el mundo. Y entonces llega el descubrimiento de la cajita de recuerdos oculta en una losa suelta de la pared de su piso. Al abrirla empieza a sonar tímidamente el vals de Amélie y se extiende hasta que la voz en off explica su determinación de encontrar al propietario de dicha cajita y, si se conmueve, deciará su vida a ayudar a los demás. “Solo el descubridor de la tumba de Tutankamon podría comprender la emoción de Amèlie al encontrar este tesoro escondido por algún niño cuarenta años atrás”.
Volverá a sonar en más ocasiones. Una vez finalizado el juego de pistas con Nino y un nuevo par de fotos del gnomo viajero de su padre, el tema vuelve a hacer acto de presencia para reforzar el camino vital que ha decidido seguir Amèlie. Es un tema equilibrado emocionalmente. Reaparece, por ejemplo, al ver llegar a Nino a su cafetería.
Un uso transformado, más apagado, suena en el trecho final, cuando Amélie se imagina a Nino yendo a su apartamento. Su camino vital está trazado, pero su incapacidad para comunicarse hace que su tema se tambalee. El encuentro final con Nino hará que se despliegue con energía.
Le fabuleux destin d'Amélie Poulain fue objeto de imitaciones y películas que querían seguir su estela, especialmente en los años sucesivos. Jeux d’enfants es un ejemplo, solo que ahí la inestabilidad emocional ya es claramente psicológica. La historia de esos dos sociópatas también contó con la música para crear efectos contrapuestos, y por eso la destacaría. Philippe Rombi se marca un tema principal antológico que es el catalizador de todo el filme.
Los títulos de crédito finales son un mero relleno desacertado. El tema de Amélie debería perdurar pues determina el autodescubrimiento de algo cierto en su vida: un objetivo, un camino que le sirva para estructurarla y atenuar sus inseguridades. A partir de ahí el tema se modula con sus emociones, cuya oscilación es menor que al principio. Para mi gusto, un gran logro el collage de Jeunet con música de Tiersen.