En enero de 1942, los judíos de Varsovia condenados a vivir encerrados en el guetto asisten a una representación teatral de un grupo de actores judíos que, en una helada noche invernal, interpreta una comedia musical. Basado en hechos reales.
Una larga suite acompaña el devenir de la protagonista por las calles del guetto antes de entrar en el teatro donde va a protagonizar el musical, y ese espacio es aprovechado por el compositor para sentar una de las grandes bases de su trabajo: su música, como los personajes, está para dar luz y aportar felicidad allá donde hay oscuridad y tristeza. La música del inicio es la perspectiva de la chica y además incluye referencias a todas las canciones que luego serán cantadas.
No son grandes canciones ni se pretende que lo sean. Tampoco son actores, cantantes ni bailarines profesionales: son jóvenes del guetto que montan este vodevil para procurar dar felicidad a gente angustiada. Y este vodevil es variado, diverso, con canciones de todo tipo. Todas ellas están hechas a partir de las letras que quedaron de los enventos reales. Fuera del escenario, la realidad: música implacable y severa para la dureza del entorno, temas sentimentales y un aura muy desagradable -sin tema musical sino música atonal- para los nazis.