Tras abandonar a su marido, una mujer recibe la primera novela de este. A medida que se sumerge en la narración acaba olvidando su propia realidad y deberá explorar en su pasado para saber qué es lo que le impide seguir adelante.
El compositor firma una elegante creación que pretende navegar intravenosa por el interior de la protagonista, explicando con el pulso y latido de su desolación y turbación. Es una música que arranca grande y genérica, con un poderoso tema inicial externo a ella, y que luego la sumerge junto a los espectadores en el mundo paralelo que se relata en la novela. Es en ese mundo donde el compositor juega con cierta ambiguedad en sus propósitos, que son a la vez dramáticos y de suspense, con una calidez en las melodías algo inquietante y que, entrando ya en la mente y emociones del personaje, revelan el vacío existencial en el que vive a la vez que le dan impulso para buscar salida. La música, hermosa, quebrada y también dolorida ayuda a ese propósito y su refinamiento, además, le da categoría y trascendencia. Pero sucede que los acontecimientos relatados son mucho más poderosos y explicativos que lo que aporta la música, que acaba rezagada y por debajo del pulso dramático, resultando cada vez menos necesaria y más desubicada. Su débil estructura hace que se diluya durante el metraje.