Un comediante y su esposa, cantante de ópera, tienen una hija de dos años con un don sorprendente.
Este es un antimusical, hecho no para gustar y complacer sino para, de algún modo, generar incomodidad y turbación. Es un filme sobre el cinismo, sobre el lado siniestro del mundo del espectáculo, sobre la relación tóxica, la explotación infantil y el narcisismo, entre otros temas. Es una suerte de aquelarre en forma de ópera rock abismal, desgarrada, anárquica, excesiva en sus formas y virulenta en su fondo. Es un musical pesimista que porque busca y logra provocar la incomodidad no dispone las canciones para la empatía y si hace difícil la experiencia de llegar al final del filme, entonces cumple su cometido. No es apto para todos los públicos, ni para todos los gustos (y disgustos), pero el final lo explica todo, es hiriente, revelador, bellísimo y amargo, y esa canción invita a regresar al principio y volver a entrar en este viaje hacia la autodestrucción. O no.