Serie televisiva sobre seis antidisturbios que cuando ejecutan un problemático desahucio y sucede una tragedia son investigados por un equipo de asuntos internos de la Policía, que descubre un posible caso de corrupción.
En las casi seis horas que dura esta serie televisiva, la música tiene una presencia importante en lo ambiental y lo dramático pero no en primera línea de asalto sino en la retaguardia, funcionando más y mejor en lo imperceptible y calando en la audiencia de modo más sutil que evidente. A diferencia de lo que sucediera en El reino (18), donde la estaba en un primer plano y además formaba parte de la fortaleza del protagonista, aquí no hay música que se aplique desde ni para los personajes dramática o narrativamete, sino que está en el entorno en el que se mueven. Tres son las líneas musicales esenciales, todas ellas con electrónica: en primer lugar músicas para las acciones (dinámica, rítmica); en segundo lugar, músicas para tensionar, para subrayar momentos de suspense o de peligro evidente o inminente; finalmente, y en tercer lugar, unas músicas que aportan un tono desolador, casi fatalista que impregna a personajes pero más a la audiencia.